(Advertencia: aunque no se trata de una reseña como tal, la siguiente nota contiene spoilers de las dos temporadas de The Mandalorian)
A estas alturas, es todo un lugar común hablar de que algo se parece a la vida. Prácticamente cualquier actividad cultural, desde el arte hasta el deporte, pasando por la ciencia y la filosofía, es una metáfora de la vida humana. Sin embargo, ser fan de Star Wars, ciertamente, se parece a la vida: con total facilidad se pasa del éxtasis a la frustración, de la maravilla y la expectativa a la total confusión, de la alegría y las ganas de entregarse emotivamente a una nueva historia a la certeza de que hubiera sido mejor no perder el tiempo.
No se puede obviar que, al tratarse de una historia que se ha ido contando a lo largo de más de cuatro décadas, es natural que la calidad varíe y que algunas partes gusten más a unos que a otros. Después de todo, hay muchas, muchísimas cabezas aportando sus ideas a través de las películas y series, pero también de los cómics, los libros, los videojuegos y todo el material referencial. Sin embargo, ateniéndonos únicamente a las películas, innegablemente ha sido un viaje turbulento. Nací un año después del Episodio VI, por lo que no podría hablar de mi experiencia durante el estreno de la Trilogía Original, pero hay reportes de fans decepcionados por el cierre de esa primera parte de la saga. Las precuelas sacaron de quicio a muchos y, aunque han ido ganando terreno con los años, indudablemente están llenas de problemas de todo tipo, desde efectos que han envejecido terriblemente hasta actuaciones desesperantes.
Y luego vino Disney. El consenso general sobre las secuelas es que, de una forma u otra, sencillamente fracasaron. Ya sea The Last Jedi o The Rise of Skywalker, la tercera trilogía lo que consiguió fue darle a todo el mundo algo qué odiar. Las razones… son complicadas: hay quienes culpan a Disney por no diseñar un arco narrativo coherente para las tres películas; otros culpan a Rian Johnson, por hacer lo que quiso con el Episodio VIII; otros más echan la responsabilidad sobre J.J. Abrams y su incapacidad comprobada para cerrar bien sus historias… el caso es que, nos gusten unas películas u otras, las secuelas no terminaron de validar su propia existencia al no extender la historia de una forma coherente y eficaz.
Hacia finales de 2019 se estrenó The Mandalorian. La serie, creada y escrita por Jon Favreau y producida por Dave Filoni, narra las aventuras de Din Djarin, un mandaloriano que se gana la vida como cazarrecompensas en la galaxia muy, muy lejana. El proyecto llamaba la atención inevitablemente al tratarse del primer intento de Lucasfilm por hacer televisión en live action pero, al menos para mí, la premisa no resultaba tan interesante. He consumido muchísimo contenido de Star Wars en mi vida pero siempre he tenido la sensación de que entre más se aparte la historia de la narrativa central (esa que Disney nombró «la saga Skywalker»), menos interesante resulta. La galaxia es grande y muchas, muchísimas historias tienen lugar en ella, pero ¿de verdad valen todas la pena?, ¿qué tanto se puede sostener una historia de Star Wars sin jedis, siths o la aparición de personajes reconocibles de otras partes de la saga?
Pues bien, The Mandalorian consiguió un balance notable al desarrollar una historia cuyo eje más fundamental no está en personajes conocidos, lo que no significa que muchos de estos no puedan aparecer conforme se desarrolla la trama. Considerando todo lo que vimos en la segunda temporada, la primera ve aumentado su valor en tanto es todo un ejemplo de contención: aunque eventualmente veríamos a personajes de muchos rincones de la saga, en los primeros ocho episodios no tuvimos apariciones ni cameos de este tipo. El enfoque fue la relación de Din y «el niño», ese pequeño ejemplar de nada menos que la especie de Yoda, el cual mostró una aptitud notable para utilizar la Fuerza.
Este famoso «baby Yoda», como lo bautizó la audiencia, es un elemento narrativo de un ingenio incomparable, en tanto no solo es tierno y simpático (no puedo imaginar lo que ha representado en ganancias la sola existencia del bicho) sino que es la manera en que la serie se conecta con el resto de la saga. En primer lugar, como decía, es un congénere de Yoda, algo que solo habíamos visto por escasos segundos en el Episodio I, con la muy modesta aparición de Yaddle. En segundo lugar, es sensible a la Fuerza, lo que, de hecho, llevó a Din a meterse de cabeza en un mundo de magia y religiones antiguas de las que apenas y sabía algo; o sea, el universo de Star Wars. Finalmente, la relación paternal entre ambos personajes terminó por convertirse en el verdadero protagonista del programa.
Y así, la búsqueda de Din por un jedi que pudiera encargarse de su pequeño protegido se convirtió en la excusa perfecta para llevarnos de Bo Katan a Ahsoka, a Boba Fett y, claro, al mismísimo Luke Skywalker, quien resultó ser, como era evidente, el indicado para encargarse de Grogu. Favreau y Filoni han hecho un trabajo notable al crear una historia nueva con las suficientes implicaciones y trascendencia narrativa como para conectarse con todas las épocas de la saga e incluso crear cabos que atar en nuevas series y material de todo tipo.
Aunque podría argumentarse que la segunda temporada, recién concluida, se ha encargado de ser complaciente y lanzar fan service a manos llenas, la verdad es que aunque sí, ha habido mucho de eso, ningún cameo o referencia ha sido gratuito, cada cara familiar ha tenido detrás una motivación que tiene años de haberse establecido, ya sea en otra serie, en las películas o, incluso, en los libros. Todo se ha ensamblado sobre la base de esa historia original que nos empezaron a contar en la primera temporada. Y por ello, las emociones han estado a la orden del día.
El éxito que la serie está teniendo entre seguidores de todas las edades y afinidades no puede más que celebrarse. Tras el fracaso de las secuelas, la saga necesitaba un nuevo aire y es justo lo que The Mandalorian le está aportando. Como alguien que disfrutó mucho de los episodios VII y VIII, que el IX me decepcionara fue lo más doloroso que pudo pasarme. Fue el «pan que en la puerta del horno se nos quema», como diría César Vallejo, y mi interés por leer libros y cómics de Star Wars, que no había hecho más que crecer exponencialmente en los últimos años, prácticamente se extinguió. ¿Para qué invertir tiempo y dinero en conocer una historia cuyo final no solo ya conocía, sino que era terrible? Pues bien la historia de Din y Grogu me devolvió esa pasión, las ganas de teorizar y especular con mis amigos, de leer los cómics y los libros de referencia y, básicamente, de ilusionarme con respecto a lo que este maravilloso mundo creado por George Lucas aún tiene por contarme. ¿Quién sabe? Tal vez cuando hayamos visto la serie completa, su influencia afecte positivamente a las secuelas, como The Clone Wars lo logró con las precuelas.
Lo más grato es que mi experiencia personal parece ser un reflejo de lo que The Mandalorian está significando para todo el fandome. Como la transmisión de los planos en Rogue One, Favreau y Filoni, junto a Pascal y todo su elenco y equipo, nos han traído esperanza. Una nueva historia, con nuevos personajes, locaciones, naves y revelaciones, pero con la suficiente conexión con el resto del universo como para que valga la pena conocerlo todo: haber visto The Clone Wars y Rebels, haber leído Aftermath, haber jugado Battlefront II, haber esperado cuarenta y tres años para ver a Luke en su mejor momento… ser un fan de Star Wars, en una frase.
El futuro, como siempre, es difícil de ver, siempre en movimiento. La separación de Grogu y Din me deja fuertes dudas sobre la manera en que se va a desarrollar la siguiente parte de la serie, pues no estoy muy seguro de que ver a uno sin el otro resulte tan satisfactorio. No es una historia fácil de continuar, pero, ¿saben qué? No importa. Doy mi voto de confianza total a ese dueto dorado de Favreu y Filoni, sencillamente porque se lo han ganado. De momento, sé que me espera un año de entusiasmo, teorías y anticipación no solo por la nueva temporada, sino por todo el contenido que se anunció recientemente y que no sería posible sin The Mandalorian. Y para un fan de Star Wars, no hay mayor felicidad.