Finalmente, la nueva adaptación de A Series of Unfortunate Events está aquí, con los ocho episodios de su primera temporada disponibles en Netflix. Aunque la adaptación de 2004 al cine había sido de muy buena calidad, el hecho de que no produjera ninguna secuela y no incluyera más que lo ocurrido en los tres primeros libros de la saga dejó con ansias de más a los fanáticos (entre los que me incluyo). Pues bien, Neflix apostó por reiniciar la franquicia y, por lo visto, apuntan a completar la historia, adaptando finalmente los trece libros. Si esto llegará a buen término está por verse, pero de momento podemos decir que la expectativa es buena.
En esta reseña daré mis impresiones sobre la primera temporada, procurando dejar fuera cualquier clase de «spoiler», aunque advierto que sí mencionaré elementos estructurales de la producción, por lo que sugiero precaución si quien lee no quiere saber absolutamente nada relacionado con la serie antes de verla. Así, dejaré por fuera elementos específicos de la trama, pero me referiré a hechos como los libros que se adaptaron, la cantidad de episodios dedicados a cada uno y situaciones por el estilo.
Advertidos, vamos con las impresiones.
Para dar un balance general, he de decir en primer lugar que la temporada me deja sumamente satisfecho. Sin duda es una muy buena adaptación del principio de la historia (los cuatro primeros libros, para ser exactos) que mantiene la esencia del material, no sin algunos cambios por aquí y por allá, inevitables en toda adaptación. La propuesta general es dinámica y entretenida, con esa combinación única de humor y miseria que los libros consiguieron de manera tan eficiente.
Como era de esperarse, la serie optó por narrar los acontecimientos en el mismo orden que los libros, eludiendo la maniobra realizada en la película, que introducía las historias de los libros 2 y 3 dentro de la trama del primero. Así, cada libro fue adaptado en dos episodios del total de ocho que componen la temporada. Sobre esto he de decir que me agradó, aunque no pude dejar de percibir que algunas situaciones, si bien proceden del material fuente, entorpecían un poco el ritmo de la serie. Tal vez se trata simplemente de que lo que funciona en la página no necesariamente lo hace en la pantalla, pero el caso es que en algunos tramos sentí que trataban de adaptar todo lo posible de los libros con tal de que diera para rellenar dos capítulos con cada uno. Considerando que los libros son cada vez más gruesos, probablemente esa situación cambien y se convierta en su contrario: habrá que dejar mucho por fuera si se quiere mantener el formato de dos emisiones por libro.
La decisión de adaptar las cuatro primeras novelas me parece acertada pero peligrosa, por el hecho de que la serie adolece de manera considerable de no ser la primera adaptación de esta historia. Durante los seis primeros episodios, es imposible no experimentar una intensa sensación de déjà vu , dado que no solo vemos la misma trama cubierta en la película, sino que hay escenas que parecen surgir del story board de esa misma producción. Supongo que tal vez, aunque yo hubiera esperado lo contrario, los productores quisieron caminar sobre los pasos de la adaptación anterior, recuperando lo que les era útil sin esforzarse innecesariamente desarrollando una versión completamente nueva. Esto explicaría por qué escogieron a Malina Weissman para interpretar a Violet con todo y su notable parecido a Emily Browning, quien encarnó a la mayor de los Baudelaire en la película.
Hablando de las actuaciones, los huérfanos quedaron bien… aunque me parece que podrían haber quedado mejor. Weissman hace un trabajo aceptable, pero ligeramente forzado en las situaciones emocionales; lo mismo pasa con Louis Hynes y su versión de Klaus, la cual carece de momentos memorables o particularmente destacables. No obstante, tampoco se pueden señalar fallas graves en sus interpretaciones, por lo que puedo decir que ambos jóvenes actores cumplen con buena nota y dejan la sensación de que, conforme avancen las temporadas, veremos crecimiento.
Con respecto a Sunny, la bebé Baudelaire, mientras se esforzaron por lograr reacciones reales y naturales de la actriz, hicieron un trabajo impresionante. Trabajar con bebés siempre es complicado, por lo que ver a la pequeña Presley Smith sonreír en el momento preciso o hacer un puchero oportuno deja a la imaginación lo mucho que tuvieron que probar para lograr las tomas apropiadas. Sin embargo, exageraron en ciertas situaciones en que la pusieron a hacer cosas tan absurdas que solo pudieron obtenerlas mediante efectos especiales, los cuales son deficientes y distraen gravemente. Claro, en los libros Sunny hace cosas impropias de una bebé en múltiples ocasiones, pero de nuevo, lo que funciona en la página puede ser demasiado para la pantalla, y este me parece uno de los casos en que era mejor optar por situaciones más comedidas.
Lemony Snicket, interpretado por Patrick Warburton, es uno de los grandes aciertos. Tanto la interpretación como la manera en que el personaje es utilizado resultan de lo más amenas y mantienen vivo el interés por la trama. En los libros, Snicket es el autor/narrador, hecho que es trasladado al medio de la televisión impecablemente. Las intervenciones del personaje son divertidas, ingeniosas y llenas de detalles que sorprenden de forma muy positiva. Además, Snicket es el recurso utilizado para trasladar a la pantalla la mayoría de juegos de palabras y líos lingüísticos que caracterizan a las novelas. La actuación de Warburton es inmejorable, asumiendo su rol de cronista objetivo pero cuya subjetividad se cola a cada momento mientras narra y comenta la historia de los huérfanos.
Historia que no podría estar completa sin su villano estelar, con lo que llego a lo más notable de la producción: Neil Patrick Harris es PERFECTO como el conde Olaf. Al principio, tras examinar las primeras imágenes del actor disfrazado, temí que el maquillaje y el atuendo en general resultara demasiado forzado, pero ya viéndolo en el contexto de la serie terminé creyéndome a pies juntillas que ESE es el conde Olaf. Claro, el excelente trabajo de maquillaje y vestuario es complementado con la actuación magistral de Harris, quien se roba cada escena en la que aparece. El personaje, como en los libros, es divertido hasta que su crueldad trasciende el sarcasmo y se convierte en violencia, momentos en los que llega a ser aterrador. Es importante destacar que el Conde Olaf, más allá de su humor y carisma, encarna verdaderos problemas de nuestra sociedad, tales como la pederastia, la violencia contra los niños y el abierto desafío a la ley, elemento que, como en los libros, le da a la historia una dosis de realismo y crudeza pocas veces vista en material dirigido a jóvenes.
Otros personajes, como el señor Poe, la jueza Strauss, el tío Monty, la tía Josephine y el grupo de teatro del conde están muy bien diseñados, tanto en cuanto lo que conservan de sus versiones literarias como en lo que aportan los actores con sus interpretaciones. Los personajes secundarios se ocupan en esta historia de mostrar todo lo solos que pueden estar tres niños en el mundo, muy a pesar del tipo de intenciones de quienes los rodean, y eso es precisamente lo que logra transmitir el reparto en esta adaptación.
En cuanto a la trama propiamente, observaré que la presencia de Daniel Handler (autor «real» de los libros) como guionista se nota en la transición prácticamente textual de muchos diálogos e intervenciones del narrador, lo cual no necesariamente es un valor en sí mismo pero es bien utilizado y resonará agradablemente entre los lectores de los libros. Además, la historia general es de muy buena factura y se cuenta fluidamente, con toda la hilaridad y amargura que desbordan las páginas de donde procede. No obstante, tengo dos quejas fundamentales. La primera la esbocé antes y se refiere a que la serie lamentablemente adolece de la existencia de la película, pues es frecuente la sensación de estar viendo lo mismo. Esto no afectará a quienes no hayan visto la película o no la recuerden particularmente, pero como alguien que la vio muchísimas veces me encontré deseando que los primeros seis episodios pasaran rápido para encontrarme cuanto antes con terreno inexplorado. Si bien podría considerarse prácticamente un mal necesario, creo que pudieron evitarlo distanciándose más de la adaptación original, lo cual, como también mencioné antes, parece haberse implementado al revés, pues más bien abundan las escenas que parecen regrabaciones de la película.
En segundo lugar, considero que las inclusiones de elementos de la trama de los libros futuros, aunque están claramente motivadas por la necesidad de crear unidad y dar idea de la grandísima historia que está por contarse, fueron forzadas y pueden confundir gravemente a quienes vean la serie sin conocer los libros. Como lector de la saga, me emocioné poderosamente al ver a algunos personajes y objetos que tendrán sentido a futuro, pero pude comprobar cómo personas que no han leído, más que interesarse, se mostraban molestas y confundidas por estos datos. Claro, conforme la historia avance todo cobrará sentido, pero de momento creo que hasta podría ser que alguien concluya que la serie es mala, confusa y carente de cohesión dados esos guiños tan forzados.
En síntesis, creo que Neflix, no sin ciertos errores perdonables, se apunta otro éxito con este reinicio, pues no solo promete adaptar completa una historia que en el cine quedó trunca, sino que promete hacerle justicia a una de las mejores sagas literarias juveniles aparecidas en nuestra era, mediante una adaptación cuidada y entretenida que no pierde un ápice de la esencia original. Los defectos que apunto no son letales ni mucho menos, sino más bien susceptibles de irse corrigiendo conforme avancen las temporadas, tanto en el departamento técnico (efectos especiales, actuaciones), como en el narrativo (cohesión, ritmo). Así, tras una muy buena primera temporada, quedamos a la espera de lo que, si se dan las condiciones adecuadas, puede ser una excelente producción una vez concluida. Eso, claro, si el conde Olaf no se las ingenia para arruinarlo todo una vez más…