Puede parecer, a priori, que el presente es un editorial de un amargado, sin embargo, lejos de ser una persona obstinada me considero una persona feliz, que sin embargo, ha «crecido» de forma tal que las cosas que antes lo llenaban ahora le parecen malas, o simplemente, ya no le llaman la atención. De esta forma me veo entretenido con series como Rick and Morty, Boku No Hero Academia, Lucifer, Hora de Aventura y tantas otras que han hecho de mis noches de adulto joven un rato ameno, pero que también me enseñan un par de cosas con sus peculiares formas de abordar la realidad. El tema es que, por alguna razón, Dragon Ball Super no ha logrado atraparme, he perdido el gusto por las aventuras de Gokú y compañía.
Mi problema con las nuevas aventuras del hijo del Planeta Vegito es que desde que vimos el anuncio en la nueva película, parece que los escritores y diseñadores se quedaron sin ideas para: 1. Diseñar las nuevas transformaciones de mi Saiyajin favorito y 2. La carencia total del sentido en el límite de los poderes del personaje. Me explico, las transformaciones y su diseño siempre han sido parte importante del canon y no canon del universo de Dragon Ball. A la fecha mis dos transformaciones favoritas han sido la fase 4 y la 3 en ese orden ¿Porqué me impactaron tanto? No sólo fue como se construyeron las escenas (muy bien logradas a pesar de las deficiencias que uno pudiera encontrar en una serie como Dragon Ball GT) sino que también los diseños eran muy superiores a por ejemplo el Saiyajin Blue (el Supersaiyajin del Dios, pues) en donde fuera del cambio en el color del pelo (a un celeste algo extraño) y un poco de CGI en el KI no encuentro nada que me llame poderosamente la atención.
Y es que no sé si recuerdan, pero al menos en mi caso, cuando salía de la escuela lo que más esperaba al llegar a casa era un episodio nuevo de la serie y ojalá tocará alguna transformación; el sentido de urgencia, la construcción del conflicto y por sobretodo, el nuevo diseño siempre me hacían estar pegado al asiento para ver a Gokú derrotar a sus adversarios (o a Gohan, con Cell). Probablemente estén pensando que la nueva transformación de Gokú está muy bien en diseño y que la casa matriz está apostando por algo minimalista, sin embargo, considero que eso no es pretexto para la pereza de realizar cosas distintas en un personaje que ha pasado por al menos 6 diseños diferentes (sin contar las fusiones).
Respecto a la falta de sentido en el poder de Gokú, basta mencionar que la serie ha rebasado por lo menos 2 veces los poderes de los dioses y aún así, estos personajes siguen teniendo un poder destructivo tal que con un estornudo pueden destruir un planeta, pero que cuando es alcanzado por nuestro protagonista se ve disminuido para ganarle a los adversarios. Aclaro, no digo que las peleas no son buenas, o que los adversarios se antojan débiles, sino que es un sin sentido irnos presentando personajes con poderes ilimitados que son llevados a su… «límite» con cada nueva transformación, entiendo, que en el universo de Dragon Ball los dioses no son todopoderosos, pero en su presentación pareciera que lo fueran, ya no a nivel de villanos como Freezer, sino que hablo de personajes mostrados como destructores de universos que de repente (y sin previo aviso, ya no hablemos de una explicación) encuentran el límite en el villano de turno.
Al respecto, recuerdo bien la justificación de volver a Gokú un niño en Dragon Ball GT, el problema en su momento era que el personaje era ya tan poderoso que los escritores encontraron en la limitación física (el cuerpo de un niño) una manera de reducir su poder, en esta nueva serie, el problema estará cuando ya no quede poder superior al poder superior, aunque siempre se las ingenien de alguna forma, para poner un límite, cada vez dicha forma pierde más sentido. Luego del poder infinito, no queda nada más que poder infinito y esa paradoja es la que me aburre con Super.
Puede que a usted, estimado lector le fascine la nueva serie, que ame la simpleza del argumento de un nuevo villano porque sí y que de cada tanto en tanto Gokú logre superar la barrera del poder infinito, del poder de un dios, sin embargo, yo ya no puedo disfrutar de esas historias, prefiero entonces, guardarme la nostalgia de Dragon Ball Z y sus épicas escenas, antes de seguir cargando con la cruz de meterle cabeza a una historia que nunca estuvo pensada para una mayor complejidad.