Stranger Things es indiscutiblemente un suceso que dejó marca en lo que respecta a las series de Netflix/Televisivas. Desde su primera emisión fue muy bien recibida y aclamada por el público, nos mantuvo pegados al asiento, mientras se desarrollaban los extraños sucesos en el pueblo de Hawkins, y su secuela volvió a repetir la clave del éxito, porque después de una maratón de poco menos de 9 horas, aun queremos más.
Los hermanos Duffer y su equipo de producción nos traen nuevamente una serie bien elaborada y por demás interesante. Stranger Things se siente esta vez más madura, y con una historia un poco más profunda. El desarrollo de los personajes es evidente, pero sin dejar de lado esa magia ochentera que nos cautivó desde la primera temporada.
Acompáñeme en esta reseña de una de las series más esperadas, solo le advertimos que puede encontrar algunos SPOILERS en el camino.
Ha pasado un año…
Nos ubicamos en el año de 1984, casi a un año de los sucesos con el Demogorgon y la desaparición de Will Byers. Todos poco a poco buscan volver a la normalidad, retoman trabajos, relaciones y escuela; pero seamos sinceros, nadie puede volver a ser normal después de todo lo que vivieron. Will lo sabe, él siente como algo ronda aún en la oscuridad y presenta episodios de crisis donde se traslada a ese mundo de pesadilla, al Upside down. El antiguo terreno del Demogorgon ahora es habitado por algo más terrorífico e impresionante que ha puesto su mirada sobre el joven Byers, algo que al mejor estilo Lovecraftiano se siente más grande y poderoso que nuestros protagonistas, algo fuera de esta realidad, el Mindflayer.
El nombre de esta criatura evocara en todos los jugadores de Dungeons and Dragons a un ser temible aun para los jugadores más experimentados. Una criatura malévola, que yace en la oscuridad, en el caso de esta serie será el nuevo antagonista, que no contento con ser un habitante de su realidad, busca extender sus tentáculos a la nuestra con el único fin de alimentarse de la vida de la que carece su mundo.
Mientras una serie de eventos que aún no son revelados suceden, nuestros jóvenes protagonistas empiezan a lidiar con cosas más mundanas, Halloween, la escuela, y con un tinte evidente de pre adolescencia, las chicas, Max (A.k.a. Mad Max) entra en escena, una nueva chica que acompañará a los chicos mientras Once se encuentra lidiando con una nueva figura paterna y escondiéndose de los malos; Max tiene su propia historia y en definitiva se siente que se acopla con nuestros heroes, y no solo porque represente el interés amoroso de Dustin y Lucas, sino porque al igual que ellos, no calza con las normas sociales, no tiene interés en hacer amigas y hablar de chicos y puede patearle el trasero a cualquiera en Dig Dug.
Volviendo a Once, se crea una química en principio tensa pero interesante de ver entre ella y Hopper, quien, si recuerdan la escena final de la temporada uno, la encontró/rescató de su estadía en el bosque. Al igual que sus co-protagonistas, ella está pasando por la rebeldía adolescente, tal vez más marcada que en los chicos, pero sumémosle a eso que también puede tener rabietas psíquicas y tendremos una mezcla explosiva. Hopper hace el papel de papá que él puede hacer, un padre que la protege, se preocupa por ella, la quiere pero a su manera, respetando la esencia del personaje, y eso lo agradezco grandemente; tanto él cómo Once poseen personalidades fuertes y es evidente que chocan, son escenas reales y bien logradas, cosas que todos hemos pasado con nuestros padres… bueno por desgracia sin poderes psíquicos de por medio.
En esta entrega tenemos una Once más adaptada al mundo, su inocencia va disminuyendo poco a poco, y eso le da cabida a una serie de cuestionamientos sobre ¿quién es ella?, ¿qué espacio tiene en el mundo? y sobre todo en ¿qué quiere hacer con su vida?; todo esto la lleva a enfrentarse a eventos vinculados con su madre y número 8, a quien vimos en el primer capítulo. Estos encuentros la empujan a crecer como personaje, debe enfrentarse a miedos del pasado, deja de ser Once y se convierte en Jane. En principio puede parecer que nos deja un arco de historia inconcluso o innecesario, pero lo que hacen los creadores de la series es ver más allá, nos presentan un arco que evidentemente será desarrollado en un tercera entrega, en definitiva, gasolina para nuestro Hype.
Lo bueno, lo malo y lo tubular
No pecaré de ciego, la serie comete algunos errores mínimos, que a nivel global no se aprecian tanto, y aún, tampoco es que afecten grandemente el resultado final, dentro de ellos mencionaré dos: el primero es el arco de Nancy y Steve, aun me sigo preguntando ¿cuál era el objetivo?, realmente el desenlace del mismo careció de fuerza, sabemos en definitiva que esa demanda no va a ganar nada, es más, ni siquiera logró desenmascararlos como una institución que abre portales a reinos de desolación, todo fue la catarsis de Nancy que al final cierra con el funeral de Barb.
Talvez, y sólo talvez, hubiera sido más fácil que Nancy fuese más sincera con la madre de Barb y de paso, también Steve hubiera sido más valiente y declarar su amor, y listo, se obtiene el mismo resultado, sin tener que dar un viaje a otro estado, conocer a un extraño que al parecer sabe mucho pero sobre todo acerca de relaciones humanas, y gastar mucho dinero en una grabadora que al parecer nadie se le ocurrió revisar en un centro de investigación ultra secreto, (Dah) en definitiva de mis partes menos favoritas de la temporada.
Y segundo, aunque aún me siento encantado por la entrada de Once en los capítulos finales demostrándose como una Badass, no termino de sentir que sucedió muy tarde; quería verlos a todos juntos desde episodio tres, entiendo perfectamente que eso chocaría con algunas tramas, pero vamos, parte de la magia de la primera era eso, los chicos contra el mundo, en esta temporada se crearon pequeños grupos dedicados a sus Quest personales, y se unen todos al final, pero siento que también, el estar juntos desde temprano los hubiera fortalecido más.
La música sigue siendo algo increíble, nos transporta a donde como espectadores debemos estar, y sobre todo a lo que debemos sentir, ayudan a crear el ambiente y el clímax adecuado, con ese aire de los 80’s que desborda la serie, en definitiva ese soundtrack estará en mi lista de regalos navideños, de mi para mí.
Los efectos especiales son un aspecto que han mejorado grandemente, aclaro, no es que en la primera temporada fueran malos, pero digamos que no eran lo mejor que hubiera visto, pero ahora, y con un evidente mayor presupuesto, han chineado esa parte, los demo perros, lucen tan reales como deberían lucir, y el Mindflayer en su simplicidad de diseño luce impresionante, el portal logra esa sensación de que hay algo místico, algo fuera de nuestra total comprensión, algo más grande que nosotros, un trabajo excelente.
Las actuaciones son de gran calidad, ninguna se siente forzada o mal elaborada; se dio un buen desarrollo y crecimiento a cada personaje, cada uno maduró o está en proceso de, Once y Dustin son tal vez los que se sienten más cambiados, pero como indiqué anteriormente aún se siente que son Once y Dustin, (Grrrrr), la inclusión de los nuevos personajes, no molesta al espectador, ellos tienen un rol definido y su pequeña parte en el desarrollo de los acontecimientos (Saaaaam Noooo), la serie tiene momentos impactantes y críticos en su trama, como cuando Will se enfrenta al Mindflayer, o cuando Once decide escapar.
Podríamos alegar que la trama sigue ciertos patrones presentes desde la uno, pero a quien le importa, bueno tal vez a Will que siempre es el afectado directo o a Joyce que dudo que pueda superar otra crisis en una tercera temporada, Netflix encontró otra fórmula ganadora, por una simple razón: a la gente le gusta, la serie como tal se siente más elaborada y madura que su predecesora, y aún hay muchas cosas más que le quedan a la serie por explorar, en definitiva Stranger Things quedo para quedarse.