Corría el invierno de 2007, mi madre llegó e hizo la pregunta por la que esperé todo el año: «¿Moi que quiere que le regale para su graduación de quinto año?» la respuesta la tenía desde hacía más de un año, cuando en un exitoso E3 Nintendo presentó su consola de sobremesa más vendida el Revolution el Wii. Luego de un paso exitoso por los examenes de bachillerato y a la espera de mi baile de graduación, lo único que quería el Moisés chiquitillo, ese de 17 años que no sabía que terminaría como politólogo era gastar todas las horas de ocio en una consola con control de movimiento.
Llegado el día y comprada la consola en un retailer pequeñito de mi comunidad (sí, cuando se comprobaban consolas en tiendas pequeñas y no por Amazon) me dispuse a instalar y disfrutar de aquella tecnología del espacio que había traído el ovnintendo a la sala de mi casa. Cuando mi madre y mi familia vieron cómo funcionaba la consola quedaron tan sorprendidos como yo: «¿y si mueve la mano el muñequito se mueve? Sí mami ¿Cómo se puede jugar bolos en el Wii? Sí mami» y así, una a una de las preguntas que me planteaba mi madre y familia eran respondidas con un sí de un Moisés que no podía más que sonreír de la contentera.
El Wii venía con dos juegos, Super Mario Galaxy y Rayman Raving Rabbids los jugué hasta le hartazgo, luego comencé a comprar juegos y con esa consola llené el vacío que tenía de querer jugar algo (lo que fuera). Y así pasaron por mis manos (nunca mejor dicho) Super Smash Bros. Brawl, Super Mario Kart Wii, Super Mario Galaxy 2, Metroid Prime Trilogy y un sin fin de juegos que Nintendo nos regaló. A todo esto sólo queda decir: ¡Feliz 126 aniversario Nintendo! Y que el NX no sea un fracaso