Desde que un sitio especializado le dio un 6 a Mario Party 8 (Wii) dejé de creer en los “reviews”, y no por considerar que dicho título sea el mejor de la saga ni mucho menos, sino por el hecho de que fue protagonista de muchas tardes llenas de diversión entre compas y/o familia. Hoy en día las reseñas se elaboran en cuadros por segundo, dejando de lado la esencia de los videojuegos: Entretener.

Lo recalco porque, todos los años, los seguidores de PES y FIFA se enfrascan en una guerra interminable por determinar cuál de los dos es mejor, y entre sus movimientos favoritos destaca compartir las reseñas más favorables que cada uno recibe, independientemente del medio.

Mi relación con FIFA comenzó en una tarde lluviosa de 1998, cuando Fernando París Kikut me llevó a la choza de un compa que tenía un Nintendo 64. Nos convertimos en rehenes de Road to World Cup, y creo que, si en ese momento hubiese dependido de nosotros, ahí seguiríamos.

Los gráficos (para la época), ambientación, jugabilidad y una “Sele” con Desiderio Calvo incluido eran sus mejores argumentos. Nunca me cansaré de sostener que ese es, y será, el mejor juego de fútbol de todos los tiempos, porque capturó, como ningún otro, el camino hacia una Copa del Mundo, y en ese entonces que con costos clasificábamos a la Copa de Oro eso era invaluable.

Poco tiempo después mi papá nos compró un PlayStation, y por él desfilaron las continuaciones 99, 2000 y 2001, pero “Tapy” (compa del Cole) tenía otros planes, y en mi cumpleaños #13 llegó con un regalo que lo cambiaría todo: Winning Eleven.

Podría destacar los mismos elementos que mencioné anteriormente (gráficos, ambientación, jugabilidad), sin embargo, Winning Eleven fue más allá, porque incluso puso a jugar a mi hermano (Jorge) y amigos que no eran muy amantes de la “pecosa”.

Sí, en aquél entonces un niño de 11-13 años podía ser impresionado fácilmente, pero no, el gusto por el fútbol, y en este caso sus videojuegos, se trae en la sangre, y en esos asuntos uno no le puede mentir al corazón (ni a los pulgares).

Inmediatamente firmé un contrato con Konami que perduró hasta 2016. Durante todo ese tiempo hubo solo una interrupción, 2014, año en el que no compré ninguno porque no podía creer que PES hubiese traicionado sus raíces y por otro lado, llevaba mucho tiempo sin tener contacto con FIFA, y ya saben, la confianza se deteriora.

Dicho contrato estipulaba que cada septiembre-octubre (aproximadamente) yo adquiriría la más reciente versión del ahora llamado PES, y a cambio, Konami, Láser o El Chino (tiendas que vendían juegos quemados) se dejarían una determinada suma de dinero. Entre los puntos no negociables, se encontraban cierta cantidad de las famosas tardes llenas de diversión, y aunque quisiera, no me dejan revelar el monto por rescindirlo.

Perdí la cuenta de todos los buenos momentos que me ha hecho pasar PES, solo o en compañía, todos los torneos que he jugado, los títulos que he conseguido, el orgullo que significó dirigir a figuras como Castolo, Cellini, Espimas, Valeny, entre otros, pero como dice la canción, “cambia, todo cambia”.

Para este año, tras una exhaustiva investigación, decidí comprar FIFA 17. Descargué ambos demos, los jugué hasta más no poder, leí cuanto artículo publicaron sobre ambos y tomé una decisión, basada, nuevamente, en el relegado entretenimiento.

Antes de que unos u otros canten victoria, me parece que PES 17 es excelente, y su jugabilidad sigue siendo muy superior a la de su contraparte, pero no sé, este año para mí no fue suficiente. Puede tratarse del cumplimiento de un ciclo o simplemente querer nuevos retos, pero la oferta de FIFA, cargada con distintos modalidades, me convenció (más allá de los parches, cuando uno comenzó jugando Super Soccer o International Superstar Soccer Deluxe tener o no licencias no es determinante).

No fue fácil decírselo a mis amigos, literalmente me sentí como si estuviese confesándole una infidelidad a mi novia, pero bueno, una relación también puede terminarse en una tarde soleada.

Y no me arrepiento, estoy sumergido en “The Journey”, que para explicarles lo entretenido que está, solo voy a contarles que un día de estos me acosté a las 3:30 a.m. a pesar de que a la mañana siguiente tenía que madrugar para cumplir con ciertos compromisos (no me pasaba hace bastante tiempo). Estoy ansioso por probar “Ultimate Team” y el resto de opciones en línea que están disponibles, pero poco a poco, no es un cambio sencillo.

Para estas alturas comprenderán que no vine a dictar cuál de los dos juegos es mejor, y mucho menos cuál deberían comprar los que no han adquirido ninguno, vine a dictar que disfruten el que más les guste y/o entretenga, cada uno ofrece lo suyo (con estilo propio). También a recordarles que no está prohibido jugar los dos, así que son bienvenidos los retos en PES, pero me tienen que invitar a la casa porque actualmente no me puedo dar el lujo de tener los dos.

PS 1: Solo los ríos no se devuelven.

PS 2: Mario Party 8 merecía, como mínimo, un 8.

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