Si mis cálculos son correctos, en algún momento entre el 30 de abril y el 8 de mayo, Jump SQ debería sacar el séptimo capítulo de Platinum End y los héroes scanlators de internet lo tendrían traducido para todos los mortales que no nos sabemos los mil y resto de kanjis de memoria. Seguramente el capítulo tendrá entre 50 y 65 páginas de una combinación entre arte e historia increíble y nos dejará a sus seguidores contando las horas durante un mes para que salga el siguiente. Es más, el sexto salió hace poquito y mi existencia ya necesita más historia.

Si usted no es fanático del asunto, supongo que no entenderá porqué mencioné este manga de entrada. Voy contando: Platinum End es el nuevo manga de la dupla de creadores conformada por Tsugumi Ohba (escritor) y Takeshi Obata (artista). Este par, si bien tiene pocas obras (y con pocas me refiero a dos, o dos y 0.1, contando Platinum End), son lo suficientemente buenas como para poder declararlas como recomendaciones universales o clásicos. La primera, de la cuál estoy segura que ha escuchado, es Death Note. La segunda, serie del 2008 cuya primera temporada de adaptación a anime salió en el 2010, es Bakuman. Ohba y Ogata, como individuos, han trabajado con otros escritores o artistas como Nisio Isin, Robico Yukari Yoshihara, pero como dupla es que ellos adquieren su brillo.

Platinum End, al igual que sus predecesores, busca explorar y adentrarse en lo más oscuro de la naturaleza humana mediante la experiencia del protagonista. Para esta ocasión tenemos a Mirai Kakehashi, un muchacho de colegio que quiere terminar su vida al estar harto del abuso que ha sufrido a lo largo de ella. Al borde del suicidio, Mirai es salvado por Nasse, un ángel guardián que jura protegerlo y hacerlo feliz. Pero esa felicidad no llegaría a ser tan simple como Mirai esperaba… *inserte música de suspenso acá*. Eso sí, a pesar de que Platinum End apenas está en pañales, ya se ha mostrado lo suficiente como para cosechar ciertas inquietudes en mi cerebro.


Advertencia: A partir de este punto voy a empezar a meter spoilers fuertes de Death Note. Si no lo ha visto le recomiendo que corra a su sitio de anime más cercano y lo vea porque en serio es buenísimo y porque este artículo no tendría sentido sin eso. No se va a arrepentir.


Ok bueno, ya advertí. Si usted todavía está en este párrafo sepa que me cae muy bien de antemano. (: Normalmente haría un listado de porqué X serie merece ser vista sin caer en las advertencias, pero dado el tiempo que esta lleva en el mercado (y aprovechando que van a sacar un live action film de Death Note y que Netflix lo quiere) sentí que hacer un análisis no está de más.

Platinum End, a diferencia de sus predecesores, es protagonizada por un joven de carácter muy débil y que, de momento, no tiene mayor atractivo como personaje principal. La premisa del manga va tirando a ser un survival horror (quizá cuestionando el horror del género aplicado a este manga) al estilo de obras como Doubt, Danganronpa, Mirai Nikki y, por supuesto, la clásica Battle Royale. Diría que, de esas, la más parecida es Mirai Nikki, y por muchos elementos fundamentales como la elección del arquetipo de protagonistas (protagonista masculino débil y sidekick femenina con poder que da miedo), la naturaleza del concurso en el que se da el ambiente de supervivencia (¡hasta la cantidad de participantes es la misma!) y que el protagonista de Platinum End se llama Mirai y Mirai Nikki tiene la palabra Mirai en el título… ehemm… En fin, si bien el manga hasta el momento se está desarrollando de forma muy interesante y con un arte magistral (y curiosamente sigo recomendando que lo lean, sobretodo ahorita porque sólo hay 6 capítulos), personalmente me preocupa la elección de género que realizó la dupla creativa.

¿Y porqué las expectativas tan altas? Porque, si hay algo en lo que siempre he creído, es que el legado de una persona dice más de ella de lo que podría decir ella misma. Los personajes que ha creado este par siempre encuentran una forma de quedar en la memoria, sea para bien o para mal. Bakuman, por ejemplo, tiene un elenco ENORME en el que, no sólo los personajes están bien definidos y se diferencian claramente entre ellos, si no que uno llega a desarrollar sentimientos fuertes hasta por los personajes terciarios. En Bakuman ningún personaje pasa sin pena ni gloria y en la primera parte de Death Note aplica el mismo principio (de la segunda parte hablaremos después). Y, como bonus, tenemos escenas exageradísimas como cuando Light Yagami convierte el comer papas en toda una épica griega… ¿cómo vamos a olvidar las papas?

Mirai Kakehashi, sinceramente, me recuerda al protagonista irrelevante que ha tenido todo anime de harem de la historia, y eso me preocupa de sobremanera. También, ya que mencioné la palabra harem, me parece valioso mencionar que este manga tiene varias escenas que rayan en el fanservice erótico (confíen en mi, no lo lean en el trabajo). Son las escenas de traseros y contorsiones femeninas más hermosamente dibujadas y artísticas de la vida, pero igual son inusuales teniendo como punto de comparación las series anteriores de los creadores y su erotismo mínimo o nulo. Pero bueno, suficiente de Platinum End por el momento. Tal vez cuando pase los 50 capítulos (osea, en media vida porque sale cada mes :'( ) me siente a hacer un análisis con mayor propiedad. Sólo espero que la experimentación de los autores valga la pena y sea tan extrañamente cautivante como lo ha sido en los últimos 6 capítulos.

Ahora bien, hablemos un rato de Death Note. El otro día encontré un artículo en Anime News Network sobre los villanos más memorables del anime según el equipo editorial. Citando y traduciendo a Theron Martin (2016), uno de los autores del artículo en cuestión, «en los casos en los que el villano se convierte en protagonista, el villano casi que invariablemente se convierte en un personaje simpático, si no directamente en un buen tipo. De hecho, este es uno de los casos extremadamente raros de una verdadera inversión de héroe/villano, en el que el protagonista sigue siendo el villano. Y no se equivoquen, Light Yagami es villano hasta la médula.»

 

Dato (obvio) curioso: La carajada no funciona 🙁

Antes de cuestionar o no la maldad de Light, me gustaría referirme a un tema tangencial. Cuando se empezó a vender mercancía de Death Note, particularmente réplicas del cuaderno que le da su nombre a la serie, esta tuvo efectos controversiales en varias partes del mundo. Millones de estos cuadernos se han vendido desde el 2008 hasta la fecha y, seguramente, millones de nombres han sido escritos en la privacidad de los hogares de todos sus dueños. En todos estos años, millones de Kiras han juzgado silenciosamente a cualquier variopinto de individuos: desde auténticos criminales hasta a compañeros de escuela que no los eligieron para el equipo de la mejenga de la tarde. Cada uno de nosotros juzga según una óptica distinta y, tomando en cuenta dos de las máximas o premisas de la moral cartesiana, todos los que hemos escrito algo en el finado cuaderno tenemos algo de podrido en el alma.

Acá hago un paréntesis con una anécdota personal. Para mis 18, unos amigos me regalaron un cuaderno de estos que venía con su pluma y su disco de canciones tributo a la serie (tiene algunas muy buenas por cierto). Ellos me contaron que le habían hecho un ritual extraño para agregarle funcionalidad al librillo y me dieron la casual advertencia de los peligros del artefacto. Por supuesto que mi ser racional apreció el detalle y descartó el ritual como mecanismo de activación de shinigamis; pero una parte de mi le dio mente al asunto durante un buen tiempo. La verdad, yo quería probarlo. Dejé el cuaderno en mi mesa de noche, y durante ratos esporádicos, contemplaba la situación en la que yo terminaría usándolo. Consideré seriamente el nombre que iría a estrenar el cuaderno, imaginando que literalmente tendría la vida de alguien en mis manos, y pasaron como dos años hasta que alguien cumpliera el criterio de entrada (dígase, ganarse mi odio total y mi convicción de que el mundo sería mejor sin esa persona) para escribir su nombre en las páginas del cuaderno. Cómo era de esperar, no pasó nada. Ryuk se habría aburrido en el mundo de los mortales conmigo, seguramente busca a ver cómo me decomisa el cuaderno a la primera semana.

(En serio, busquen ese disco de tributo. Es bueno.)

A veces veo el cuaderno en la mesa de noche y le doy vuelta a ese tren del pensamiento. Ahora pienso que, si el cuaderno hubiera funcionado, yo me habría arrepentido de haber escrito aquel nombre y seguramente seguiría atormentada por sus repercusiones. Pero no creo que eso sea por ser débil o sentimental, si no por ser humana. Me gustaría creer que, si los cuadernos de las millones de personas que lo han utilizado funcionaran, seguro la mayoría estarían cargando con el tormento de sus acciones, bonus si mataron a seres conocidos. Incluso estimo que algunos de ellos se habrían quitado la vida. Los que hubieran quedado con reacción nula o incluso satisfactoria seguramente serían objeto de repudio o terror para el resto de los mortales.

Light Yagami, a diferencia del niño promedio que tenía apuntado en el Death Note el nombre de sus compañeros y profesores, comienza separando la emoción de la razón y le da un enfoque utilitario a sus acciones con el cuaderno. Desde el punto de vista del utilitarismo, al maximizar la paz y seguridad reduciendo el número de individuos problemáticos, es más sencillo llegar a una sociedad estable y funcional y, por ende, agregarle más valor a la misma. Yagami, al tener apenas 17 años y llegar a un razonamiento tan desligado a las trabas emocionales características del ser humano, logra demostrar su elevada inteligencia y termina usándola de eje para su actuar como Dios. Curiosamente es esa misma segmentación en la que él mismo se coloca lo que termina convirtiéndolo en un villano brutal y a sangre fría.

Este muchacho está jodido. JODIDO.

Una cosa que me encanta de Light como villano es que, a pesar de que se le salga la maldad hasta por los poros, es que aún así es capaz de generar simpatía. Yagami no es el villano de risa malévola que uno quiere ver muerto desde el día uno para devolverle la paz al héroe, él confunde y a veces uno quiere verlo en la cima de una sociedad libre de crimen. La ambigüedad moral de Death Note es una característica que lo hace brillar y que convierte la serie en algo puramente cautivante. L no es el clásico héroe que irradia bondad, él tiene ciertas tendencias maquiavélicas y no le importa sacrificar a quién tenga que sacrificar con tal de lograr su cometido. Light L, a pesar de tener objetivos específicos distintos, comparten el mismo eje utilitario como parámetro de su objetivo general: obtener una estabilidad social mediante la erradicación de X peligro. La diferencia es que, en el caso de L, la peligro es Kira y, en el caso de Light, el peligro son los criminales y quien sea que se interponga entre él y su propósito.

La dualidad y el paralelismo entre la lucha de L y Light hace que ambos crezcan como personajes y mantiene al espectador al borde de su asiento con las batallas psicológicas y deductivas entre ambos. En Bakuman, Ohba y Ogata hacen referencia a esta dualidad con un manga en un punto de la serie (por si lo que acabo de escribir suena demasiado confuso aclaro: Bakuman es una historia sobre manga entonces estoy hablando de un manga que está dentro del manga; pueden verlo como un mangaception si quieren…). Es curioso porque, a pesar de no mencionarlo directamente en entrevistas, los autores, mediante escenas en las que refuerzan que extender las historias sólo por ganancia no es bueno para las obras creativas, se puede interpretar el deseo de los creadores por haber terminado Death Note con la muerte de L.

La segunda parte, si bien le da un cierre necesario a la historia que no lo habría hecho la victoria de Light sobre L, toma un curso acelerado y hasta forzado para llegar a ese desenlace. No recuerdo bien esa escena en el manga pero, en el anime, Near descubre la identidad de Teru Mikami (por si no lo recuerdan, él fue el «Kira asistente» o X-Kira cuando Light desasoció a Misa de sus fechorías y buscó a un seguidor que juzgara por él) y la asocia a Light casi que por inspiración divina y ya. Light y L no son fáciles de describir en una frase, Mello y Near en conjunto son un legítimo deus ex machina.

Personalmente, no los soporto. Ni a Mello, ni a Near ni lo que terminan representando y no soy la única en todo internet que los detesta. La verdad, Mello es menos detestable que Near porque se siente más humano (o menos falso realmente) que él. Near es básicamente una máquina (o una deus ex máquina 😉 eeeee! … … *se retira lentamente y promete no hacer chistes nunca más*) que procesa información de forma fría y ágil, quizá demasiado ágil, por lo que se ve forzado. Ejemplo uno: lo que ya mencioné de cómo básicamente se queda viendo a las pantallas y de la nada llega y «Oh wow, Teru Mikami, un fan de Kira entre millones de fans locos es X-Kira. Sí sí, todo tiene sentido, soy el mejor, no hay más posibilidades. Aha, aha. *auto-palmada en la espalda*».  Es. Demasiado. Fácil.

Ejemplo número dos: la muerte de Takada Kiyomi como confirmación de que Mikami era el X-Kira. ¿El razonamiento? Mikami salió de su rutina para matarla por seguridad pero la mató minutos después de que ella realmente hubiera muerto (dígase, cuando Light escribió su nombre en el Death Note ordenándole que incendiara el lugar). Quizá el razonamiento habría sido funcional si, no sé, el factor determinante para encontrar la discrepancia fuese que Mikami no escribió nada del incendio en su Death Note. Pero decir que Mikami = X-Kira porque mató a Kiyomi MINUTOS después de que realmente muriera en una muerte que nadie presenció mientras ocurría, mucho menos vieron el reloj como para confirmar que fue a las, no sé, 8.40 en vez de 8.42. ¿Soy yo o eso no tuvo sentido? Digo, los carros, tanto de la policía como de la SPK llegaron a la escena cuando ya todo estaba en llamas, jamás habría sido posible deducir la hora exacta a la que empezó la combustión con sólo ver el incendio.

Pero bueno, no soporto a Near como recurso dentro del anime. Mello, si bien tiene más humanidad y credibilidad como personaje (y, dato curioso, Ohba quería originalmente que él derrotara a Light), termina cayendo dentro del cliché del personaje celoso y chichoso que nunca logra quedar de primero. A pesar de ser el segundo en Wammy’s House y, por ende, segundo candidato a ser sucesor a L, éste no evidencia su inteligencia mediante sus acciones a diferencia de lo que hacía L o, muy tiesamente, Near. Tiene sus puntos brillantes como el haber secuestrado a Sayu Yagami para conseguir el Death Note, acción que como el mismo autor contó, es perfecta porque la familia es la única debilidad de Light. Otro dato curioso: en esa misma entrevista a Ohba, el entrevistador le pregunta porqué Sayu y no Misa, a lo que él responde que Misa le habría dado lo mismo porque la consideraba mala y la habría dejado morir. Mello deja perder esos chispazos de genialidad con acciones impulsivas, como el secuestro de Takada, que lo terminan reduciendo en una herramienta de Near.

Dejando de lado el odio personal, una de las razones que me llama la atención del odio generalizado a Near es su falta de emoción, particularmente cuando muere la mitad de su equipo y simplemente no reacciona. Es curioso como una característica puede convertirse en la razón para odiar a un personaje pero para querer a otro. Quizá es porque el estoicismo en Light es justificable o se detalla más a lo largo de la historia mientras que en Near simplemente… está. Pero es interesante ese sentimiento de apatía y, en caso de Light, considerar como piezas desechables a los miembros de su equipo de trabajo. Cabe destacar que apatía no es sinónimo de odio, ya que Light no muestra un sentimiento activo de deshacerse de ellos a como lo hace con L y sus sucesores, pero igual resulta chocante de vez en cuando ver tantas emociones no recíprocas de protección y cariño del equipo hacia Light mientras que para el auto-proclamado Dios del nuevo mundo son un par de piezas más en el rompecabezas.

Incluso al final, Light no muestra remordimiento alguno con respecto a sus acciones y su mismo estoicismo y soberbia lo llevan a la muerte. Bonus porque la persona que le da el golpe final fue el miembro del equipo que fue menospreciado durante años: Matsuda. Matsuda, como personaje, cierra con un golpe de gracia su trayectoria de fracasos, impulsos de idiotez (o de querer ayudar y no lograrlo) y bullying y, el ser él quien dispara y no cualquier otro miembro del equipo, convierte la escena en algo magistral. Matsuda, al dar el tiro final, cumple el deseo de Ohba de convertir en vencedor al underdog de la serie sólo que, quizá sin saberlo, le dio la corona al verdadero underdog y no a quién creó específicamente para ese propósito. Y eso, señoras y señores, es brillante. Punto.

Ahora, si el párrafo anterior no los convence de lo magistral de la escena, tengo dos modos adicionales para contextualizar la escena para llegar y ser conscientes del peso de la misma. La primera: el enfoque sentimental o el tomar en cuenta las emociones o el build-up que genera la interacción entre Light y el equipo lo haga. Al disparar, Matsuda no sólo manda su cólera en la bala, si no que junta los sentimientos del equipo entero mientras dispara. La frustración de Aizawa cuando se vio obligado a dejar al equipo por su familia, la angustia de Soichiro Yagami al cargar con el peso de la sospecha de su hijo hasta su lecho de muerte, los esfuerzos de Mogi por ser un miembro útil para el equipo y el amor desmesurado y no correspondido de Misa hacia Light… todo eso toma forma en los tres y casi cuatro balazos que dejan a Light indefenso y defendiendo su causa como pez chapoteando fuera del agua. El considerar a Matsuda como un resultado de sus interacciones con sus pares y, dada esa premisa, las emociones y motivaciones de cada uno de los que interactuaron con él como una parte de si mismo, le agregan una fuera impresionante al balazo. Si esto fuera un shounen, todo el mundo estaría agarrando la pistola mientras Matsuda apreta el gatillo o se habrían tomado de las manos para transferirle todo su poder, ki, chakra, juerzamística o como quieran llamarlo al disparo.

Comentario del video: no se imaginan el montón de tonteras que tuve que buscar en Google Images para poder encontrar un ataque grupal de anime. Al final la película de Dragon Ball salvó la tanda. De paso, me disculpo por no haber encontrado el video en japonés.

El otro enfoque con el que se puede ver este final es el enfoque sociológico, tema tratado excelentemente en un artículo conmemorativo de los 10 años de la serie escrito por Jacob Hope Chapman para Anime News Network. Parafraseando y traduciendo a Chapman (2016), Matsuda rutinariamente se deja decir su creencia de que lo que hace Kira es, si no «correcto», por lo menos benéfico para la sociedad. Cuándo él se acerca a otros miembros del equipo en busca de tranquilidad para sentirse feliz porque el declive en el crimen no hace a Kira malo, sólo lo miran de forma incómoda y le dicen que se deje ese tipo de pensamientos para sí mismo. Matsuda nunca se convierte en uno de los discípulos de Light gracias a la naturaleza de su trabajo, pero él es definitivamente emblemático a la generación que Light busca influenciar hacia su lado.

Matsuda llega a ser una representación de una generación de millenials que sólo quieren vivir sus vidas en paz y Kira les brinda esa oportunidad que no pueden apoyar. Matsuda es el muchacho ateo que va a misa con la abuela en silencio sólo para no desatar la ira de los parientes. Es ese activista de redes sociales que, cuando se encuentra con gente que se opone a su causa, sólo se queda en silencio en lugar de defenderla. Es ese de mente abierta con ideas que la sociedad no acepta pero sin la determinación para impulsar su aceptación. Kira, como idea, se convierte en analogía a la equidad racial en el apartheid de los años cincuenta o en equidad de género e identidad sexual en los 2010s. Kira es antagónico a los valores de la sociedad de la época y representa una posibilidad atractiva y conveniente: la idea de que las personas que lastiman a otros sean universalmente castigadas para buscar crear una humanidad más pacífica. Pero antes de que me corten la cabeza por equiparar grandes luchas sociales con matanzas convenientes, quiero aterrizar esta idea recordándoles el balazo final de la serie.

Kira se convierte en una analogía a nuestros movimientos históricos pro-igualdad bajo la premisa o esencia de que son nuevos valores versus los valores de una sociedad establecida. La diferencia radica en que, en caso de nuestras luchas sociales en el plano real, el romper los paradigmas tradicionales de pensamiento representa un beneficio mayor para la población mientras que con Kira, el beneficio se ve opacado por la calidad del juicio otorgado por Light. Si bien la idea de Kira representa una buena posibilidad, tanto para Matsuda como para la generación que representa, Chapman (2016) dice que, «al Matsuda verse confrontado con la realidad de Kira – un mocoso egomaniaco que mató [o dejó morir] a su propio padre para expandir su farisiaco imperio – él se siente más traicionado que cualquiera.» En ese momento, la idea de Kira pasa a ser análoga a un candidato que prometió y no cumplió y Matsuda a ser el votante que creyó de todo corazón en él.

Adicionalmente, Chapman indica que, más que nada, la acción de Matsuda prueba que Light estaba equivocado con respecto al mundo. Si bien no se equivocó con respecto al deseo de la gente de tener a una fuerza omnipotente que castigue al mal y recompense al bien, incluso bajo métodos drásticos, se equivocó en el hecho de él ser aceptado como ese Dios. Quizá, a como lo especula Chapman, Ohba querría una fuerza similar a Kira para purificar al mundo pero, a la hora de representar a una persona que pudiera tomar ese rol, pensó en Light Yagami y lo dejó morir de forma humillante por atreverse a tomar un rol que no se corresponde. Si bien Ohba no indica explícitamente su postura con respecto al tema de Kira, es posible especular que él crea que no existe ser humano que pueda llenar los zapatos del dios que nos traiga ese ideal de justicia debido a la imperfección de la naturaleza humana.

Light Yagami se convierte en lo más cercano a un humano perfecto para adoptar el rol de Dios debido a su estado social y mental. Durante la serie, se menciona que Kira no podría ser un adolescente debido a que éste utilizaría su poder para deshacerse de enemigos pequeños como profesores o compañeros que lo hagan enojar y, por ende, sería muy fácil de encontrar; y tampoco puede ser un adulto arriba de los 30 debido a que éste utilizaría su poder para enriquecerse y aumentar su estatus social y económico. Este segundo tipo de persona y su pensamiento se pone a prueba cuando Light, en su plan para liberar a Misa, le indica a Rem que le entregue el Death Note a Kyosuke Higuchi de la poderosa organización Yostuba Group (bueno, no le dice eso exactamente, si no más bien que busque a alguien ambicioso y con dinero y Higuchi termina calzando con la descripción). El plan funciona de la mejor manera: Light logra deducir los patrones de comportamiento de Higuchi, lo lleva a su arresto y devuelve el poder a sus manos. El tipo señor-con-poder-y-dinero-dinero-dinero es un pésimo Dios.

Entonces, ¿porqué el adolescente viejo/adulto joven es el tipo de persona que tiene mayores posibilidades de sobrevivir como Dios? Respuesta sencilla: la flexibilidad. ¿Qué tipo de flexibilidad? Hay muchísimas: flexibilidad de horarios, de ideas, de comportamientos, de círculos sociales… Muchas personas de entre 17 a 25 años tienen tantos círculos en los que se relacionan y tantas actividades que son prácticamente intrazables. En un caso básico, el horario del universitario promedio cambia cada semestre (o cuatrimestre). Si asumimos que este muchacho consigue trabajos aleatorios, entonces estamos agregándole más variables al horario. Una vez conocí a alguien que cambiaba de trabajo cada semana y media (no me pregunten de dónde sacó tantos trabajos porque no tengo idea), imagínense la pesadilla que debió haber sido para la mamá del joven aprenderse ese horario del carajo. Terminemos de empeorar la rutina y asumamos que este muchacho no duerme y tiene mil círculos de amigos para salir (y pasa saliendo): los compañeros de cada curso, los amigos de los trabajos, ese grupo de gente aleatoria que conoció en un bar y salen de vez en cuando, los amigos de la ex-novia del hermano del mejor amigo… Si el jovencito este se pierde, de aquí a que la mamá llame a los 1400 números de los amigos (que encuentre), el tipo ya habrá muerto y resucitado cuatro veces.

Yo ni siquiera me habría molestado en intentar contactar a todos los muchachillos que salen en esa imagen.

Conste, no estoy diciendo que hay límite de edad para ser muy social o que todos lo sean (yo, por ejemplo, sería un pésimo Kira: soy demasiado ubicable), nada más estoy agregándole variables a la hipotética ecuación divina. Light, luego de haber asesinado con horario de estudiante de colegio y, haberse dado cuenta de la sospecha del departamento policial, aprovecha las posibles variables del párrafo anterior para enmascarar su identidad. Al programar los asesinatos a todas horas, él da el mensaje de «yo podría ser cualquiera y hacerlos creer que soy cualquiera», dato que, si bien no se acerca mucho a revelar su identidad, lo saca de la franja de edad del espécimen de Yotsuba y del estudiante de escuela/colegio estándar. Para definir estas franjas también entra el tema de la flexibilidad ideológica.

De nuevo, no estoy escribiendo nada en piedra, pero existe una tendencia a ser más flexible con las ideas cuando se es un adulto joven. Por lo general, al tener suficiente experiencia como para tomar mejores decisiones, pero no tener la suficiente como para ser capaces de determinar absolutos (sea en personalidad, elección de carrera, ideal de vida, etc…), el adulto joven se aleja de tomar decisiones predecibles como la del niño que odia a sus compañeros o la del adulto que mataría a quien sea con tal de tener más dinero. El adulto joven tiende a ser más reflexivo y menos establecido que quiénes le llevan más años: por eso Matsuda de vez en cuando pone en duda la maldad de Kira mientras que para sus colegas mayores la idea de que «Kira es malo porque mata gente» es una tautología y no debería hablarse de lo contrario. Light logra ver más allá del ideal de que «toda vida humana es sagrada y no tenemos derecho sobre ella» y decide, bajo paradigmas del utilitarismo, pasarle por encima a ese concepto y buscar el bien de la mayoría mediante el asesinato de los peores seres humanos. Además, se aprovecha del hecho de que sus investigadores manejan ciertos axiomas sociales como base, por ejemplo, el hecho de que Soichiro Yagami no considere a Light como Kira porque «los hijos son buenos y Kira es malo, por ende su hijo no puede ser malo», para enmascarar su identidad y adaptar sus comportamientos porque los Lights del mundo todavía no desarrollan axiomas y siguen aprendiendo y cambiando. Es común que uno a los 20 recuerde lo que uno hizo a los 17 y quiera darle una cachetada a su yo del pasado, pero eso no es tan común cuando las personas tienen 50 y recuerdan su vida a los 47. La mentalidad axiomática es peligrosa y es ahí dónde Light comete su mayor error: adoptar el axioma de que su juicio es perfecto y que él es Dios.

Para tratar este axioma volveré a citar un fragmento del artículo de Chapman: «Light está motivado por sinceras convicciones. El seriamente cree que asesinar a miles de personas que él considere «podridas» por tener conexiones a crímenes violentos hace al mundo un mejor lugar. Eso sí, también está convencido de que su juicio personal de alguien «podrido» o «puro» es el único juicio válido, haciendo de su percepción personal la única «verdadera justicia». Por esto es que él piensa que eliminar a quién se le oponga (a pesar de no haber cometido algún crimen) es una forma igualmente válida para mejorar el mundo.» Y, de hecho, es ese último punto es lo que lo aleja de ser deidad y se convierte en el fragmento de error humano que lo coloca en los mayores peligros que enfrenta: cuando L identifica que Kira está en Kanto, Japón porque mató a Lind L. Tailor en el broadcast de prueba, cuando Light asesina a Raye Penber y, en vez de diluir su sospecha, coloca a su familia en el foco de la investigación y cuando asesina a Takada Kiyomi para ocultar su rastro. Tanto Tailor como Penber y Kiyomi comparten dos características: ninguno de los tres está asociado a un crimen conocido y los tres terminan siendo estorbos para Light. Su pensamiento axiomático le nubla el juicio y lo lleva a actuar de forma erróneamente humana creyendo que es justicia.

Técnicamente, Tailor sí era un criminal. Pero Light no sabía entonceees...
Técnicamente, Tailor sí era un criminal. Pero Light no sabía entonceees…

Además, la justicia tiene ramas que Light, en su prisa y ego, es incapaz de ver. Personalmente considero que Light tiene razón en algo: nuestro sistema de justicia tiene serios fallos y, muchas veces, es ridículamente lento. Pero la justicia excesivamente ágil deja por fuera muchos datos necesarios para llegar a una auténtica conclusión. Bajo el sistema actual, un asalto hallado en flagrancia puede durar más de un mes en ser legalmente resuelto (lo sé porque estuve ahí y, a pesar de que agarraron al ladrón con machete en mano y n tarjetas de crédito robadas, tardaron como mes y medio en llevar el caso a JUICIO) pero un proceso con menos pruebas da la posibilidad de comprobar si el criminal fue convicto o no bajo causa justa (un excelente anime que ejemplifica un caso de personas injustamente convictas es Boku dake ga inai machi, si no lo han visto deberían hacerlo, fue lo mejor de la temporada de invierno 2015 y es increíble). El sistema Light es demasiado ágil y superficial como para considerar errores en la captura, además confía demasiado en el fallido sistema que tanto critica para realizar su juicio. ¿Qué pasa si atraparon al tipo equivocado en un asalto? Light no tiene forma de saberlo, el tipo es malo, muere. ¿Nombres equivocados en casos de corrupción? Nada, malos, mueran. Light es tan impulsivo para asesinar que lo imagino capaz de escribir el nombre de su hermana como reflejo si sale en televisión a la par de un asaltante. Nada más vean el vídeo que puse arriba de Light versus las papas, para el muchacho asesinar gente es tan automático como respirar.

Para ir cerrando este artículo quiero referirme a una escena curiosa en el anime (en el manga no existe ese detalle): el preámbulo a la muerte de L. Particularmente la escena en la que L le da un masaje de pies (y se los seca) a Light. Esta escena tiene una similitud clara al momento en el que Jesucristo le lava los pies a sus discípulos. Existen muchísimas explicaciones o teorías para la inspiración bíblica para la escena, y para explicar este fragmento probablemente necesitaré escribir otro artículo de un largo parecido a este que están leyendo. Buscando el significado de la escena noté que algunos opinan que es una movida desesperada de L para buscar el perdón de Light, otros consideran que es una forma en la que L reconoce a Light como su asesino… yo personalmente, lo que se me vino a la mente con esta escena, es que, si bien L admite su derrota, también da un último indicio de que, por más divino que pueda parecer, Light no es Dios si no un ente distinto a como Jesucristo, según la fe católica, es hijo de Dios y no sinónimo de éste. Si alguno de ustedes notó esta escena y también tiene teorías o pensamientos adicionales siéntanse en toda libertad de comentarlas.

De nuevo, me disculpo por no haber encontrado el video en japonés con subtítulos, soy mala para encontrar clips.

En fin, Death Note marcó un hito en la animación japonesa. Esta primera creación de Ohba y Ogata y su adaptación a anime es una pieza crucial que explotó el potencial tanto narrativo como visual del arte y animación del país del sol naciente. Yo creo firmemente en que Death Note es una obra maestra y que Bakuman, la otra obra de la dupla de mangakas, también dejó su huella de excelencia en la historia del anime y el manga (yo sé que soy una necia recomendando cosas pero en serio, véanla (: ). Platinum End apenas está comenzando, pero ya tiene la barra muy alta para quedar en la memoria colectiva como parte del legado de Tsugumi Ohba y Takeshi Obata.

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