Hace 75 años, en algún lugar del pueblo de Akebono-chi, en Tokyo, Japón, nació un hombre que llegaría a ser de los directores, productores, animadores y autores más influyentes de nuestro tiempo. 75 años y 27 películas después, el nombre de Hayao Miyazaki llegó a ser conocido a través de millones de hogares tanto de oriente como de occidente y dejó su marca con su animación y sus historias en los recuerdos y en los corazones de millones de nosotros.

Hoy, en The Couch, queremos hacerle un homenaje a quien nos ha hecho soñar a adultos y a niños por igual en repetidas ocasiones. Por lo tanto, le pedimos a nuestros colaboradores que nos compartieran un poco de sus pensamientos sobre alguna película de este magnífico cineasta.

Mononoke

La Princesa Mononoke (Mononoke Hime) – 1997.

Adrián Monge

De todas las obras de Miyazaki esta es quizás la que más profundamente me impactó. La trama se desarrolla en algún periodo del Japón medieval, cuando el hombre se encuentra en los albores de la industrialización. El progreso de la civilización se topa de frente con los remanentes de un mundo antediluviano plagado de magia y criaturas místicas y poderosas y el resultado es por demás avasallador. Y es en este escenario donde Miyazaki nos muestra a los personajes en un grandioso drama de aventuras, romance y por sobre todo de amor por la mujer y la naturaleza.

Tenemos en escena varios personajes. El héroe joven en su camino de descubrimiento. La joven mujer criada por bestias maginas del bosque. La poderosa empresaria y guerrera que busca el bienestar de su pueblo a toda costa. Y el mercenario truculento cuya lealtad es dudosa y cambiante como el viento.

Como es de esperar, los personajes son complejos y multidimensionales, mostrando facetas propias de todos los seres humanos, tales como nuestros constantes vaivenes entre el bien y el mal. Al final somos seres que buscamos un propósito en la vida y en nuestro camino dejamos sembrados vida y destrucción, amor y odio.

El amor a la naturaleza es palpable en cada cuadro. Desde la primera hoja de pasto hasta las más imponentes nubes, los bosques primigenios plagados de espíritus sagrados, hasta los menesteres de las más titánicas criaturas, todas son fiel testimonio de la batalla que la naturaleza a librado por su propia sobrevivencia desde los albores del tiempo.

Las mujeres, típicamente minimizadas en el cinema occidental, son aquí la fuerza motora del argumento. Las dos contendientes son espectaculares en sus papeles una como líder de un pueblo, otra como heredera por adopción de un mágico reino. Y en el medio un chico valiente que lucha por reconciliar fuerzas quizás demasiado grandes para él.

Con cinematografía y animación de primera aun para los estándares de hoy, y una banda sonora majestuosa e inspiradora, este es sin duda alguna un gran clásico que debe permanecer en la colección de todo geek y de todo amante del cine.


El Viaje de Chihiro (Spirited Away/Sen to Chihiro no kamikakushi) – 2001.

Alejandro Vega

Sen to Chihiro, el nombre lo dice todo. Soy profe de Español, y como tal, los voy a traer de vuelta a las «divertidas» clases de Español del cole. Todo lenguaje conocido por el hombre tiene dos pilares fundamentales en los cuales se construye: uno es darle nombre a los elementos del universo o a las ideas (que al fin y al cabo son elementos dentro de nuestro universo mental), a lo que llamamos sustantivos; y la segunda a la relación que pueden tener entre estos elementos, a lo que llamamos verbos. Pues bien, en todas las culturas poner nombre es importantísimo, pues engloba las características reales de un elemento en un par de palabras; así, no es lo mismo decir «constructo de madera de forma perpendicular estabilizado en un mínimo de tres patas» a decir «silla». De hecho, hasta algunas acciones las resumimos con el nombre de nuestros amigos que generalmente las hacen, no es raro que digamos: «Hiciste una Carlosada», «Cuidado se jala una Elenadad», o «Mi compañero hoy hizo una Jimenada». Porque al fin y al cabo, el nombre nos define.

De esta manera, la película de El viaje de Chihiro como se le conoce en Español, es un viaje interno, en donde el amor hacia nosotros mismos, hacia la naturaleza y hacia nuestros seres queridos nos libera de las ataduras de la rutina y el engaño del ego, representados por la Mansión de Baños y la Bruja Yubaba respectivamente. ¿Cuál es la tarea del ego/Yubaba? Hacernos olvidar nuestro valioso papel en el mundo (por ello algunos días sentimos que no valemos nada o que no servimos para nada al mundo). ¿Y qué hizo Chihiro para liberarse de esa maldición de la rutina y el engaño? Poner amor a lo que hacía (el señor del caldero varias veces se lo repetía), amor para recordar el nombre de Haku y de sus padres (o sea, recordó el papel de ellos en el mundo) y recordar su propio nombre. Entonces, les digo queridos lectores, ¿cómo se llama usted? Recuerde que su nombre le da un papel valioso en el mundo, que no se le olvide. Cuando alguna persona o su propia mente lo quieran desvalorizar, ponga amor hacia usted mismo y dígase al espejo: «Mi nombre es….»


Howl’s Moving Castle (Howl no Ugoku Shiro) – 2004.

Nana Artavia

Howl’s Moving Castle es la segunda película de Miyazaki basada en un libro, y la primera basada en un libro no japonés. La autora británica Diana Wynn Jones publicó en 1986 la primera novela de fantasía de la trilogía de Howl. La película presenta varios cambios a la historia original, pero tiene elementos característicos de las películas de Miyazaki, como la presencia de brujas y hechiceros, seres y criaturas como un espantapájaros encantado, un demonio-fuego y un castillo ambulante.

La película no solo es impresionante a nivel visual y de animación, sino que también está cargada de simbolismos alrededor de los personajes de Sophie y Howl. Los elementos dentro del castillo vienen siendo una analogía del mismo Howl. Calcifer es quién mueve el castillo y además es el corazón de Howl, Markl es su niño interno, el castillo es él mismo, con sus cargas emocionales, moviéndose para mantenerse escondido del mundo. Y con Sophie es con quien el castillo al final se convierte en un hogar.

Aunque parezca una simple historia de amor al inicio, la película en realidad va más allá, abarcando como la percepción de la imagen propia, un mensaje anti-guerra y el miedo a la vejez y a la muerte. La idea central es la de encontrar una identidad y auto-aceptarse.


Ponyo

Ponyo (Gake no Ue no Ponyo) – 2008.

Javier Zúñiga

No es mi favorita, pero la historia que se esconde detrás sí. Andrea, mejor conocida como “Lela”, encontró en Ponyo un mensaje de esperanza, y sintió la necesidad de compartirlo conmigo. Fue tal su emoción, que decidí no revelar mi verdadera identidad.

De inmediato entendí porque Andrea se había sentido tan identificada. Ponyo es otra oda mágica de Hayao Miyazaki, una que nos invita a luchar por nuestros sueños, por más descabellado que suene, y desde nuestra pequeña isla hacer de este un mundo mejor, aunque no terminemos protagonizando la portada de los diarios. En un dos por tres, sin darse cuenta, regresarán a los días en que la historias eran mejores cuando no tenían sentido, y los prejuicios no impedían hacer nuevos compañeros de viaje.

Amistad, Naturaleza y Aventura convergen a la perfección en una hora y cuarenta minutos, recordándonos que pueden competir con la ‘Tri-Fuerza’ que todos conocemos.


El viento se levanta (The Wind Rises/Kaze Tachinu) – 2013.

Sofía Chaves

Para hablar de esta película lo primero que se me viene a la mente es una pequeña anécdota. La primera vez que vi The Wind Rises, el internet de mi prima decidió jugarme una mala pasada y, aún después de infinitos intentos, decidió no cargar los últimos cinco minutos de la película. Aquí aclaro que soy una bolita de sentimentalismo y bueno, después de todo el revoltijo que esta película cargada de sueños y aeroplanos produjo en mi cabeza, terminé sellando todas esas emociones en una botella figurativa dentro de mi cerebro para tirarla al mar y que no volvieran más. Internet te odio, me arruinaste el final.

Varias semanas después, ya estando en mi casa, recordé la película incompleta y decidí poner a cargar esos cinco minutos finales de cinta. Y lloré, lloré y lloré. No les cuento el final porque el que dice spoilers amerita que lo quemen en la hoguera pero fue más que suficiente para que la botella de emociones que, según yo desapareció en el mar de mi pésima memoria y de los acontecimientos del día a día, se destapara por completo y yo quedara indefensa llorando como una carajilla. Con esa película quise volar, quise tener sueños más elevados y realizarlos, quise romper los límites de mi propia inseguridad y pereza para lograr hazañas que merecieran ser contadas. Me sentí motivada como nunca en la vida, me sentí fatal, me sentí ansiosa y me sentí realizada. Aquel par de noches (Internet, en serio te odio) el arte de Miyazaki fue la musa que produjo tantos colores y nudos dentro de mi cabeza que revivieron las veces posteriores que vi la película (sin ningún corte, como Totoro manda) como si la hubiera visto por primera vez.

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