Pocas cosas son tan significativas en la vida que merecen el título de convertirse en virales de redes sociales, otras aún más pocas justifican dicha viralidad, y otra aún menos son dignas de trascender a esa viralidad y justificar por sí mismas su existencia en el mundo. Por ello cuando un fenómeno como tal ocurre, el término hype sale a relucir. Este es el caso de la primera temporada de One Punch Man que no dejó a nadie indiferente, y que, a pesar de su corta duración (tan sólo 12 episodios) ya es considerado por muchos la mejor serie del año. No es para menos, esta burla al arquetipo de superhéroe en los shounen ha sabido labrarse su lugar a punta de ingenio, buen humor y una animación exquisitamente diseñada por la casa MAD Studios.
La historia no podía ser más hilarante, un hombre común y corriente decide un día convertirse en superhéroe y dedicarse casualmente (nunca mejor dicho) a salvar vidas. Para lograr su objetivo Saitama entrena muy duro todos los días (100 push ups, 100 sentadillas, 100 abdominales y 10 kilómetros cada día sin fallar, además de no usar aire acondicionado) tanto que se queda calvo. Así nuestro héroe se convierte en el super hombre de Nietzche hombre más poderoso sobre la fase de la tierra, tanto así que acaba a cualquier enemigo con un sólo puñetazo (de ahí el nombre del animé) generando frustración y aburrimiento a Saitama por no poder encontrar un rival digno.
La historia se queda ahí para no hacer spoilers a las tres personas que no han visto la serie, lo que podemos decir de esta saga (que en inicio fuera un web cómic, pasando a un manga con episodios de irregular duración y finalmente con un animé semanal en horario premium en Japón) es que está increíblemente bien construida tanto en sus personajes (Genos por ejemplo) como en el formato de un enemigo por capítulo, la trama hilarante que parece se torna más sombría cada vez que avanzamos, así como la increíble creatividad para las batallas, que aún teniendo al super héroe más grande de su universo, se las ingenia para realizar unas peleas que no tienen que envidiarle nada a las mejores de cualquier shounen en cualquier momento de la historia.
La facilidad con la que Saitama logra vencer a sus enemigos es pasmosa, su atuendo, ridículo y su apariencia, pues bueno, no es el tipo más guapo que existe, sin embargo, el personaje es tan carismático que cada vez que aparece logra emocionar a todos los espectadores; más allá de este punto central de la trama, el animé no trata de ser profundo, no trata en ningún momento de ahondar en temas filosóficos, sino que, es una serie ligera, con una riqueza en la crítica al modelo de héroe y villano que tanto se nos ha vendido desde la lógica maniquea.
Más allá de la grandeza de su personaje, el animé en su conjunto funciona por un mundo ficticio en donde una asociación de superhéroes trata día con día de ganarse un puesto en el imaginario de la gente, luchando contra demonios, invasores espaciales, demonios, ladrones y demonios (¿demonios ladrones invasores?) e inclusive contra ellos mismos, todo con tal de ganarse un espacio en los corazones del público y escalar en un ranking de héroe profesional. Pareciera, que los únicos con ideas nobles de ser héroe son nuestros protagonistas: Saitama y su acompañante Genos.
Fuera de toda la parafernalia con que nos venden a un héroe, Saitama se distingue de los demás por vencer a sus enemigos por las razones más absurdas e ilógicas que uno se pudiera imaginar, desde una compra de ofertas hasta salvar a la humanidad, siempre tiene un pretexto para ser un héroe, por eso es que no es el héroe que merecemos, es el que necesitamos para salvarnos del aburrimiento de los domingos.