Creo que uno de los sentimientos que hacen que uno salga completamente satisfecho luego de haber visto la película de Wonder Woman es que, además de sus excelentes efectos especiales, trama, diálogos y emocionantes combates los cuales dejan con la boca abierta a cualquiera; es el hecho de encariñarse y empatizar con el personaje principal. Creo que todos esos ingredientes hacen, al menos a mi criterio, una película completa. Al punto que quiero llegar es, que el personaje de Diana -Princesa de Temyscira- está excelentemente bien construído, al punto que todos quedamos encantados de ella (más allá de su belleza física), porque es un personaje que construye ciertos valores, las circusntancias los pone a prueba y ella, pese a las dificultades tan grandes que se le presentan como la muerte de un ser amado, los mantiene, los  trasciende y se convierte en toda una diosa de DC. Lo mismo le pasa al Buda, avatar de la religión Budhísta de Medio Oriente y Oriente, y acá es donde comienza el viaje de nuestro artículo.

 

Nacimiento e infancia de Siddharta Gautama, el Buda; y las tres verdades absolutas del ser humano.

Para no inmiscuírnos en temas tan delicados como lo es la religión , vamos a basar este artículo en el escrito de Herman Hesse llamado Siddharta Gautama, escrito que comprende una novela interesantísima de una interpretación de la vida del Buda, pasando de ser algo bíblico o sánscrito a una historia más narrativa muy sencilla de digerir.

Algunos de los textos budistas afirman que cuando nació Siddharta, este, como bebé, se puso a caminar y flores crecían a cada uno de sus pasos, como pasa con Okami; otros, que fue a media noche de una noche casi mágica; y finalmente, Hesse expone que el nacimiento de Buda fue algo sencillo pero dentro del marco de una  promesa en oriente (específicamente en Sakia) la cual rumoraba que llevaría un hombre que con sus eneñanzas salvaría a todo el mundo. De alguna manera, es muy similar al nacimiento de Diana, pues esta fue forjada con barro y llevada a la vida por Zeus, como la promesa del arma que sería el arma que derrotaría a Ares en el tiempo que más se necesitara.

Yéndonos a la infancia, es donde podemos entrelazar más las historias de estos dos avatares. Pese a que el nacimiento de Buda tenía algo de sacro y misterioso, Herman Hesse nos narra la decisión de sus padres de cuidarlo de los males que conlleva encarnar en este mundo. Entonces, preparan un palacio lleno de guardias y súbditos a los cuales se les ha dado la indicación de hacer la vida del pequeño Siddharta una perfección de felicidad. Por tanto, ellos simpre deben de estar alegres, tratarlo con cordialidad, alimentarlo cada vez que tenga hambre, evitar que se lastime, curarlo en las enfermedades, llenarlo de alabanzas, cobijarlo del frío y de la lluvia y entre muchas tareas más. Siddharta creció muy contento, pero cuando llegó a ser un niño de unos 6 o 7 años, se dio cuenta de que había un mundo más allá del palacio, pero nunca lo dejaban salir de él; toda su escuela y su alimentación se daban dentro del palacio, nunca fuera. Entonces, el pequeñuelo solicitó permiso para salir del palacio, pero sus padres se lo negaron. «¿Para qué quieres salir si acá lo tienes todo?», preguntaban sus padres.

Los súbditos, y hasta sus mismos padres, constantemente felicitaban y alababan sus proesas en los deportes y estudios que realizaban dentro del palacio, se sentía el ambiente de que era un niño con un fuego para cosas más grandes, pero el tema quedaba hasta allí. Algunos escritores dicen que fue en su niñez, otros en su adolescencia, lo cierto es que el libro «Siddharta Gautama» cuenta que cierto día, cuando ya Buda era un adulto casado y con un hijo llamado Rajula,  aprovechando el descuido de los guardias del palacio y de sus padres, salió al mundo exterior, recorrió el mercado de Sakia y se encontró con las tres grandes verdades sobre las que se va construyendo el Budismo:

Primer erncuentro: encontró a un adulto enfermo. Le preguntó a este el por qué estaba postrado en la calle con esa cara de sufrimiento (recordemos que Buda nunca había conocido esa cara porque nunca había visto a alguin sufrir ni él había sufrido), el hombre le contó que tenía un padecimiento, Buda sin entender mucho le preguntó que por qué no lo solucionaba, y el hombre le dijo que era incurable, que estaba condenado a sentir dolor.

Segundo encuentro: encontró a un hombre anciano. El Buda vio a un anciano débil, enfermo, con menos vitalidad que los adultos que siempre había conocido. Le preguntó cuál era la condición que lo había llevado allí, y afirmó que era natural de todos los seres humanos llegar a esa condición en la cual las fuerzas flaquean y nos prepara para el destino final. Siddharta no entendió mucho esto del destino final y siguió adelante conociendo.

Tercer encuentro: encontró un funeral al que un asceta había asistido. Buda vio que llevaban un cuerpo, aparentemente dormido y un asceta rezaba por él. Buda preguntó que por qué llevaban a ese hombre dormido y por qué rezaban por él, y el asceta le comentó que estaba muerto, que estaba preparado para dejar este mundo por un tiempo y que había que rezar por el sufrimiento del mundo para disminuírlo.

Siddharta volvió al palacio estupefacto, furioso y deprimido al darse cuenta de que existe el dolor. Por unos años llevó una vida de asceta (de privaciones de placeres como el sexo, la comididad de los alimentos) dentro del palacio junto a sus padres, esposa e hijo. No obstante, cada tiempo volvía a salir del palacio a visitar el mercado y las situaciones se repetían. Allí mismo, nuevamente en el mercado, observó a un humilde maestro enseñar a tocar la sítara o sitar (instrumento de cuerda tradicional de Oriente) a una niña, y no sonaba bien; entonces, el maestro le enseñó que, para que sonase bien, la cuerda no debía estar ni muy floja ni muy tensa, debía estar en la JUSTA tensión para realizar su función con excelencia; allí, en ese momento, le llegó la epifanía de que llevando una vida de carencia no estaba cambiando al mundo, no se hacía nada viviendo carencias o en las opulencias que vivía en el palacio, no hacía falta rezar, hacía falta acción. Buda, con el dolor de su alma, dejó a sus familiares, a su esposa Kamala y a su hijo Rajula (que significa cadenas que atan), explicándoles que se debe hacer algo en el mundo; ninguno estuvo de acuerdo y no lo entendían teniendo todos los placeres en el palacio, y en ese momento, comenzó a comprender que el apego es la causa del dolor, pues impide de hacer lo que realmente el alma desea, y se fue.

¿Ven las similitudes con la Princesa Diana?: ella es un ser especial el cual su madre guarda durante su infancia de la verdad de su destino, la protegen en una isla donde todo es paz y bien. Por dentro, Diana quiere conocer lo que hay más allá de la isla y las historias que leen en los libros, pero no se le es permitido. De igual manera, Diana desarrolla por sí sola habilidades insólitas más allá de lo común. En el caso de Diana, la chispa de conocer la realidad no viene de ella, viene del exterior cuando Steve y «los alemanes» llegan a la isla y le muestran el dolor que se vive en el mundo, el inevitable sufrimiento que se vive al perder un ser querido como cuando pierde a su estóica maestra. A partir de allí, no hay vuelta atrás al igual que Siddharta, por más feliz y apegada que viva a su familia y a su isla Temyschira, ella no es de estar pasiva, no es de rezar diría el Buda, es de actuar, y pese a la negativa de su madre, el ser que más ama, parte a hacer algo por el mundo.

La filosofía del hacer es el precepto más importante de la filosofía budista y Diana lo refleja a la perfección. 

Sigamos adelante.

La lucha contra la falsa verdad del universo.

Siddharta sale en un camino en el cual vive muchísimas aventuras de las cuales, aprende montones sobre la vida, el sufrimiento, la trascendencia y superación del dolor. Visitando pueblos aprende cosas nuevas, y con el tiempo va desarrollando lo que se conoce como el «Noble óctuple sendero», una serie de preceptos a seguir para no sufrir más:

  1. Comprensión correcta
  2. Pensamiento correcto
  3. Palabra correcta
  4. Acción correcta
  5. Ocupación correcta
  6. Esfuerzo correcto
  7. Atención correcta
  8. Concentración correcta

Ya para este punto de la historia, el Buda es un experto en la evasión y superación del dolor. Su fama es continental y lo siguen como maestro de la verdad. Se convierte en lo que llaman un iniciado del cuerpo, energía, emociones y mente. Con sus consejos y acciones soluciona millares de conflictos y sufrimientos, sana los corazones de indiviuos y pueblos, no con poderes de sanación, sino con consejos y ejemplos; al fin, está en el sendero de la acción que tanto anhelaba, no obstante, a Buda le quedan las dos peores luchas que le pueden quedar para alguien que aprendió a no sufrir.

Siddharta sabe que hace falta algo más, pero no sabe qué. Por ello, continúa viajando solo. En su soledad, se adentra a un bosque. En este bosque, contiene a su más grande enemigo, o mejor dicho, enemiga: la Ilusión, o como lo llaman los orientales: la diosa Maya. Maya conversa con Buda mientras coloca ilusiones en sus sentidos, y lo trata de convencer de que la ilusión es parte de la realidad de este mundo, que nada tiene de malo vivir en las ilusiones para liberarse del dolor de este mundo que Dios ha creado tan cruel, es una herramienta que se le ha dado a los hombres como misericordia para tanto sufrimiento. Siddartha comienza a considerar esto como una realidad, y la diosa Maya con tal de convencerlo, le muestra que ella puede crear un mundo sin sufrimientos, donde ningún hombre sufra de hambre, enfermedad, vejez ni muerte; que únicamente debe aceptar a la ilusión como parte de la realidad; muy similar a la tentación bíblica del Diablo hacia Jesús. Gautama comienza una intensa lucha de palabras con Maya para finalmente comprender que si bien ella le va a ofrecer eso, afuera, en la realidad, en otro plano, el hombre seguiría sufriendo y esto él no se lo podía permitir. Allí, Siddartha rechaza a la ilusión y comprende la importancia del desapego de todo lo que hace daño, y que el deseo de la comodidad y placer eterno casi lo lleva a dejar a la humanidad de lado; y, finalmente, comprende cómo funciona el mundo, el universo y encarnar, y entonces, se ilumina, se vuelve Buda el iniciado.

En el caso de nuestra princesa Diana, sucede un escenario similar. Ella sale a conocer el mundo, y conforme lo hace y lucha, aprende más de él y se hace más fuerte. A mí, lo que más me gustó de Diana (y que yo no conocía ese lado de ella por haber nunca leído un cómic de ella ya que únicamente compro los de la casa de Marvel) es que ella no concibe que el ser humano sufra y que eso se deba aceptar como una realidad insolucionable. Cuando ella se dirije a la base alemán y pasan por un pueblo atrincherado por los Nazis, observa muchas facetas del dolor humano, hambre, muerte, ancianos débiles y sollozantes, soldados sacrificados y amputados; y pese a los ruegos del espía Steve para seguir con la misión principal, ella, como en toda la película, hace lo que le da la gana, nadie le dice qué hacer ni qué defender, ella defiende lo que cree es justo en su corazón; ¡y se lanza al combate y es cuando empieza la épica escena del escudo y despliegue de golpes, acción y levantar tanques que tanto nos hirvió la sangre de puro hype! Entonces, así como Siddharta, Diana no se deja llevar por la aceptación del sufrimiento ajeno y hace algo al respecto.

Y más claro aún son las similitudes entre Maya y Ares. Cercano al final de la película, Diana piensa haber vencido al dios de la guerra habiendo derrotado a la doctora Veneno y al general Ludendorff, como cuando Siddartha pensaba que todo estaba bien, pero faltaba algo más. Es cuando aparece la figura de Ares, y le enseña a Diana que él, al igual que Maya, no provocan las cosas, son los mismos hombres, y comienza una batalla de palabras, pero en el caso de Diana, con golpes también. Finalmente, luego del sacrificio de Steve en el avión, Ares aprovecha la oportunidad para terminar de convencer a Diana de que se una a sus fuerza, que acepte a la guerra como parte de la realidad, ¿les suena esto conocido a lo que le dijo Maya a Buda? Diana es una guerrera por dentro, y es duro para ella no aceptar la oferta, aparentemente real, que le ofrece Ares de enseñar a los hombres mediante la fuerza a mantenerse en paz; Ares ofrece a Diana un mundo de paz mediante la guerra, mediante la supremacía del poder, pues los hombres no merecen este mundo, no lo aprovechan, no viven en paz entre ellos. Sin embargo, al igual que Buda, Diana no cae en la tentación de vivir en una realidad que a ella le gustaría, pero no es la verdadera, y recuerda las palabras del mayor Steve Trevor «te amo», y allí comprende que no todos los seres humanos viven de la oscuridad, sino que hay luz, hay esperanzas, hay personas que por amor lo dan todo por lo demás, por la paz; y es cuando Diana «se inicia» , se convierte en la diosa que está destinada a ser, y se convierte ella en el arma definitiva para acabar con la guerra, un arma potenciada por la esperanza que Steve le dio para con la humanidad.

El supremo sacrificio del Buda y Diana

Si creen que comprender al universo era la prueba más difícil para el ser humano, pues se equivocan, porque a Buda le espera una batalla más contra sí mismo, la más dura de las batallas que cualquier ser pueda vivir. Cercana a la muerte física del Buda, este es invitado al Nirvana, el mundo donde solo aquellos que ya terminaron de comprender el universo y el sentido de la vida y la encarnación deben llegar, fuera de la corrupción de los hombres aun no iniciados; pasar a cumplir otra función en el cosmos. Sin embargo, cuando va caminando hacia la luz, Buda ve hacia atrás y ve a toda la Tierra, este se conmueve y rechaza al Nirvana, y se devuelve al planeta Tierra, haciendo la promesa de que no ingresará al Nirvana hasta que el último de los hombres no esté iniciado. Buda, pudiendo tener la recompenza del paraíso, la rechaza, y reencarna a seguir sufriendo los padecimientos de la carne, pero pleno como ser del cosmos al luchar por cumplir con lo que cree y sabe que es justo.

Diana, por su parte, finalizada la «Gran Guerra, la Guerra que terminaría con todas las guerras» y habiendo matado a Ares, dios de la Guerra; decide no regresar a Temyschira a vivir en paz y seguir entrenando para la próxima venida de Ares. No, ella se queda en el mundo de los humanos, a continuar impidiendo el sufrimiento humano, a dejar de aceptar que simplemente la violencia es parte de la humanidad y ya; no, ella se queda viviendo en Londres, y de vez en cuando, cuando es necesario, vuelve a tomar su lazo, empuñar su espada, resguardar su escudo, vestir sus muñequeras y portar su tiara que le recuerda a su maestra que siempre creyó en la justicia; para luchar por la justicia, por la erradicación del dolor, para que cuando vuelva el día del juicio final (Doomsday), ella sea la primera en liderar las filas de la batalla, pues al fin y al cabo, eso es lo que le dice su alma, eso es lo que ella es, la Diosa de la Justicia.

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