Batman siempre ha estado ahí. Al menos para alguien como yo, nacido a mediados de los ochenta; desde las inolvidables tardes que pasé con mi abuela viendo Los Superamigos hasta el pasado marzo en que vimos finalmente Batman V Superman, el caballero oscuro ha sido desde siempre una presencia innegable y definitiva en mi vida.

Preguntarse por qué puede ser vano. Tal vez simplemente es un personaje que ha sido reinventado una y otra y otra vez desde casi cincuenta años antes de que yo naciera y que lo seguirá siendo hasta después de que me haya muerto. O tal vez haya algo más profundo, algo más relacionado con mis propias vivencias que lo vuelve icónico y motivador a mis ojos. Dilucidar si es así es la intención de esta nota.

Para empezar, podemos decir que él siempre fue distinto. En la intro de Los Superamigos, precisamente, me llamaba la atención verlo volar junto a Superman y la Mujer Maravilla. Batman no volaba… de hecho no hacía nada particularmente destacable en comparación con lo que hacían los demás. Claro, era fuerte, inteligente y valiente, pero uno conoce muchas personas con esas cualidades, ¿no es cierto?

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El clásico de clásicos

Precisamente en eso radicaba su encanto. Batman era un tipo común que llegó al Salón de la Justicia. A él no lo habían enviado de otro planeta, no le había caído un rayo, no lo habían escogido para ser un protector cósmico… él simplemente vio la verdadera cara del mundo y decidió hacer algo por cambiarla, por mejorarla. En síntesis: era alguien como yo o cualquiera podría llegar a ser. Alguien a quien yo jugaba a ser con un paño colgando del cuello de mi camisa a modo de capa. Alguien como quien yo quería llegar a ser.

Por otro lado, Batman tenía en esos tiempos una particularidad más: tenía un compañero, lo que lo convertía en una figura prácticamente parternal, un individuo amistoso, capaz de la amistad y la empatía. Robin, el chiquillo acróbata y carismático que lo acompañaba siempre, nos representaba de alguna manera. Era la juventud mirando al héroe, aprendiendo de él y esforzándose por parecérsele.

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El sombrío Batman de Tim Burton

Pero Robin quedó fuera de la película de 1989, la cual recuerdo como un gran suceso, posiblemente el que me terminó de encaminar hacia la fascinación por los superhéroes. Una película completa de Batman… y en el cine… La ausencia del joven maravilla era un mal menor. Podríamos tolerarlo. Y lo toleramos: como a cualquier chamaco de cinco años, me parecieron aburridísimas las secuencias en que no veíamos propiamente al hombre murciélago, pero cuando el encapuchado hacía su aparición… mi papá nunca olvida que al primer avistamiento del batimóvil la audiencia comenzó a aplaudir. Ese era el nivel de excitación que se vivía en esa sala de cine. Yo me sentía como ante una revelación. Del azul y gris de antaño, de pronto pasamos a ese negro absoluto, ese Batman sombrío, acechante e implacable. En ese momento yo no podía saber que Tim Burton estaba volviendo en gran medida a los orígenes del personaje, al Batman original de los primeros cómics, que no tenía piedad con los criminales y que se escondía en las sombras, pero lo más importante era que claro, esta versión era violenta, fiera, prácticamente un monstruo… pero en el fondo era el justiciero que conocíamos desde siempre. Tomando mucho de lo que Richard Donner había logrado con Superman años atrás, Burton nos dio un Batman completo, dual, atribulado… en síntesis, humano.

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Seguidor de Batman que ve esta imagen y no se emociona… que busque superhéroe.

Dicha película, junto con su secuela, Batman Returns, influenció fuertemente la serie animada de los noventa, serie sin la cual no puedo imaginar mi infancia. Aquí en Costa Rica la pasaban los jueves, creo que a las 5 pm. Los viernes era comentario obligatorio en la escuela. Aquello era como tener media hora más de las películas de Burton todas las semanas. Ahí conocí a Harley Quinn, personaje creado específicamente para la serie, pero también fue mi primer contacto con Poison Ivy, Manbat, Madhatter, Two FaceR’as al Ghul, Clayface… en fin, toda una galería de villanos que vino a complementar a los clásicos: El Guasón, Gatúbela, El Pingüino, Señor Frío, El Acertijo y otros viejos conocidos de otras series animadas.

Hablando de villanos… ¿puede alguien argumentar que hay algún superhéroe con un mejor reparto de adversarios? Alguien dirá que sí, pero yo no lo creo. No creo que otro personaje tenga tantos rivales tan icónicos y reconocibles tanto por especialistas como por el público en general. Estoy seguro de que Batman es el único superhéroe del que mi papá podría nombrar cinco adversarios, por poner un caso. Lo mejor es que, con notables excepciones, sus rivales están dentro de los parámetros de la maldad netamente humana, así como él mismo no es más que un humano dispuesto a hacer el bien. Más que amenazas cósmicas y masivas, los antagonistas del caballero oscuro nos muestran nuestras propias desviaciones, las maneras en que, como seres humanos, somos capaces de volvernos contra nosotros mismos, haciendo uso de lo que en otros contextos son cualidades, como la inteligencia (El Guasón), la creatividad (El Acertijo) o la atracción (Gatúbela).

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Villanos por docena.

Y es que así no fuera toda una galería de sociópatas pintorescos, así solo tuviéramos al Guasón, todo estaría perfectamente cubierto. A veces me pongo a pensar que los demás villanos existen solo para variar de vez en cuando, puesto que con solo el Payaso Príncipe del Crimen tendríamos para rato. Desde su emblemática aparición en el número 1 de Batman, el Guasón logró que Batman dependiera tanto de él como él depende de Batman. «You…complete… me…» dice Heath Ledger en The Dark Knight y todos le creemos. Batman existe para enfrentarse a él; cualquier otro combate es una antesala, es un respiro mientras reaparece el payaso. Claro, todos los villanos han tenido sus historias, sus momentos, pero salvo la legendaria pelea con Bane, no recuerdo otro momento que iguale a cualquiera de los que Batman ha vivido con su archirrival. La muerte de Jason Todd, su suicidio en The Dark Knight Returns, el discurso a Jim Gordon en The Killing Joke, la escena del interrogatorio en The Dark Knight, su aparición en The Mask of the Phantasm, el removimiento de su cara en The New 52… son muchos los recuerdos, unos graciosos, otros monstruosos, pero todos inolvidables. El Guasón, desde César Romero hasta Heath Ledger, pasando por Jack Nicholson (a Jared Letto, créanlo o no, aún le doy el beneficio de la duda), representa para mí la noción de que muy en el fondo todos estamos cansados de las reglas, de las normas, de lo que se espera de nosotros; de que lo que todos quisiéramos es simplemente romper con todo y reír, gozar, deleitarnos en los más profundos deseos de nuestro ser, sean estos nobles o perversos.

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Heath Ledger en lo que muchos consideran la versión definitiva del Guasón.

Ante ese desenfreno siempre hay un Batman que nos contiene, recordándonos a cada momento que somos humanos y que la convivencia nos exige ciertos parámetros, el respeto a ciertas normas sin las cuales no podría haber armonía. Batman y el Guasón, lo apolíneo y lo dionisíaco, lo racional y lo instintivo… lo humano en dos personajes de cómics, damas y caballeros.

Sin duda, hay algo más que una efectiva estrategia mercadotécnica que permite renovar una y otra vez a un personaje y su historia. En Batman Begins, Ra’s al Ghul, haciéndose pasar por Henri Ducard, le dice algo al confundido Bruce Wayne: «si usted logra hacer de sí mismo algo más que un hombre, si se entrega con devoción a un ideal, si no pueden detenerlo… entonces se convertirá en algo totalmente diferente… una leyenda». No sé si esa línea en el guion pretendía ser metaficcional, pero en mi caso lo fue completamente. Ra’s parece referirse a eso que Batman, en efecto, logró ser en el mundo real: una leyenda imperecedera que ha estado (y estará) en el mundo por muchísimo más tiempo del que un hombre real puede estar.

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La venganza, la noche… Batman.

Hoy celebramos el día de Batman. Suena loco que un personaje de historietas tenga un día celebrado en todo el mundo, pero es que Batman es mucho más que un personaje. Es una inspiración que me llevó, literalmente, a ponerme una capa (un paño, ya les dije); es una fuerza que llevó a mi papá a gritar «¡Bien, herediano!» en medio cine, pues no fue capaz de evitar que su afición futbolística se le saliera cuando Bruce logró salir del pozo en The Dark Knight Rises; es un recuerdo tan imborrable que mi abuela, que en paz descanse, luego de varias décadas de no saber nada sobre Batman recordaba a un tipo que andaba «siempre con un paraguas», en una clara referencia al Pingüino; es un recordatorio de que no importa qué tan difíciles se pongan las cosas, cuánta locura parezca consumir al mundo, cuán perdida parezca la esperanza, siempre habrá alguien dispuesto a ponerse la máscara, a saltar por los techos y acudir al llamado de la noche, que no importa qué tan oscura se ponga, siempre dará paso al amanecer.

Por eso, por recordarme a mi papá y a mi abuela, por haber sido el motivo de varias de mis pijamas de niño, por haberme mostrado una y otra vez que si caigo me puedo levantar y, sobre todo, que vale la pena levantarse, feliz día mi eterno amigo, feliz día Batman. Que sean muchas historias las que nos queden aún por vivir.

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