¿A qué recurrimos cuando toda parece desmoronarse? ¿A la justifica? ¿A la razón? ¿A nosotros mismos? Apelamos a las ideas que nos formaron, a nuestras creencias y agüizotes; aferrados a lo más hondo y personal para encontrar fuerzas para seguir. Y si lo logramos ¿valdrá la pena en lo que nos hemos convertido para superarlas? Esto es lo que me pregunto luego de ver el estreno este viernes 18, de la nueva temporada de la producción conjunta de Marvel & Netflix, Daredevil.

Para recapitular, en la pasada temporada la firma legal de Nelson & Murdock, junto con el recién inaugurado vigilante Daredevil, lograron desmantelar la red de corrupción de Wilson Fisk, The Kingpin. Encarcelado Fisk, Nueva York debió haber sido un lugar más seguro, menos corrupto y violento; pero por un rey que cae muchos otros intentan tomar su lugar.

Nueva York ha cambiado, pero no de la manera que esperábamos, a las triadas y los mafiosos rusos de la primera temporada los han reemplazado los Yakuza y la mafia irlandesa de Hell’s Kitchen, cada vez más violentos y decididos por aprovecharse del caos que la salida de Fisk causó en el bajo mundo de la ciudad, y ante esta nueva ola de violencia, los héroes de esta oscura ciudad se levantarán para contenerla.

La capucha ha dado paso al traje y a la máscara, el Daredevil que vimos al final de la primera temporada también ha cambiado. Se ha convertido en un símbolo de la ciudad, en su defensor, quien se opone solamente con sus puños a una oscuridad demasiado grande y que continúa creciendo dentro de ella a pesar de todos sus esfuerzos. Pero así como las circunstancias cambian y la violencia aumenta, así también lo hacen los héroes que nos defienden.

Así entra en escena y desde el primer capítulo, Frank Castle, The Punisher. Interpretado por Jon Bernthal (Shane de the Walking Dead), este nuevo personaje es el punto alto de esta temporada. La violencia y la oscuridad no son temas nuevos para la serie, es más, se convirtieron brillantes escenas de acción acrobática que lo dejan a uno al borde del asiento. Pero lo estético no tiene lugar aquí. No con Frank Castle, no con el Punisher. Y es que Jon Bernthal es The Punisher. La violencia, la brutalidad, la furia, el resentimiento y una oscuridad que lo consume todo en una explosión de fuego y sangre.

Todo está ahí, y las escenas de pelea de Frank lo demuestran. Ahí no hay espacio para sutilezas, solo para matar o morir, y como todo aquel que conozca algo del personaje, sabrá que The Punisher siempre toma la primera opción, siempre. Pero Netflix no se queda ahí, sino que nos recuerda que bajo toda esa furia existe una causa que la justifica, o por lo menos intenta ser justificada como la lucha desesperada de un hombre a quien las circunstancias hicieron cambiar. Castle es el músculo de la serie, el motor que mueve la trama hacia adelante en una embestida de violencia, acción y drama psicológico devastador que envuelve a todos los demás en su furia y los hace cambiar.

Contra la lucha desarmada por la justicia de Daredevil, The Punisher se levanta como la otra cara de la moneda, la de la venganza y el ajusticiamiento. No solo de manera literal sino también como la contraposición a la filosofía de Murdock, como la justicia que debe llegar cuando todos los demás canales y convencionalismos se han acabado. ¿Pero cuál es la correcta?

Eso es lo que Matt Murdock trata de descifrar mientras ve como la lucha por su ciudad podría llegar a costarle todo. Su amistad con Foggy, su creciente afecto por Karen y el futuro de su firma legal. En medio de esta turbulencia en su vida, y de la violencia desatada por The Punisher, surge un nuevo elemento de conflicto, Elektra Natchios. Netflix no se quedó corto esta vez y así como lo vimos en Jessica Jones, esta vez no fueron ni uno, ni dos, sino tres héroes de Marvel lo que nos trajeron.

Protagonizada por la talentosa actriz francesa Elodie Yung, este personaje nos muestra el pasado de un Murdock que desconocemos, y saca a relucir un lado oscuro en él que se hace cada vez más evidente mientras conocemos más del pasado que los conecta y el presente que los reencuentra. Elektra no solamente llega a dividir a Murdock aún más entre su vida personal y su alter ego, sino también para tentarlo a ceder al enojo y a la frustración que poco a poco se va acumulando dentro de él al ver cómo las cosas se salen de sus manos.

The Punisher, Elektra, Daredevil; los personajes tienen su propio peso que cargar, sus odios y demonios que los exponen al mundo como criaturas aparte y distintos del resto. Monstruos, vigilantes, demonios. Los marcos de la legalidad, de la misma razón, se ven puesto a prueba constantemente por estos entes de los cuales no podemos tomar control. El mismo Kingpin regresa a su manera, para recordarnos que la corrupción no es un asunto que haya desaparecido, al igual que todos los maes que siguen a la ciudad y a sus villanos. Aunque al final, sin importar sus métodos todos buscan lo mismo, redención. Por sus pecados, por sus seres amados, de ellos mismos.

La razón, la fé, el autocontrol, toda la moral de Murdock y su filosofía se ve puesta a prueba contra los eventos que se avecinan. Su carrera legal crea un paralelismo dentro de los episodios, donde vemos como la corrupción de la ciudad se destapa en un drama legal digno de destacar por su propio mérito, y lo profundo que llega a correr la oscuridad dentro de la ciudad, y los héroes y villanos que la transitan; cuando ambas se llegan a cruzar deja de importar lo privado y la violencia se convierte en algo público a lo que la ciudad entera estará expuesta.

Poco a poco vamos viendo como la serie va haciendo cada vez más públicos a los superhéroes, Jessica Jones llega a tener una mención, además de algunas otras apariciones. Hace que sintamos que el universo Marvel va cambiando ante nuestros ojos, augurando algo increíble, porque como nos recuerda la serie, no muy lejos de Hell’s Kitchen, en Harlem, un nuevo héroe se está levantando.

Aunque si peca de aburrida en un par de ocasiones (aunque en su defensa estaba haciendo un maratón y mi límite de atención no es muy alto), en general es una historia bien contada, con personajes que nos conmueven y se transforman. Que nos sorprenden y repugnan. Contradictorios y humanos, pero que siempre dejan esa sensación tan necesaria en una serie de este tipo, de que genuinamente, estamos ante un superhéroe.

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