Vivimos en tiempos geniales (para nosotros los aficionados a los videojuegos)… si queremos saber algo de un juego, podemos en instantes ver revisiones y artículos del mismo, vídeos y tráileres que nos ilustren como se vería en nuestras pantallas y, si luego de comprado el juego nos quedamos “pegados” en alguna zona o algún boss se pone difícil, cientos de guías y páginas de consejos nos asisten en las más duras circunstancias.
Sin embargo, no siempre ha sido así… en aquellos años tempranos de la década del 90 y las décadas anteriores, cuando la Internet como la disfrutamos ahora estaba muy largo de llegar (no olviden conectarse al ICE de San Pedro si el de Pavas les da línea ocupada…) las noticias, los trucos y los detalles sobre nuestra afición venían casi exclusivamente de las revistas de videojuegos, el único medio que los jugadores teníamos a nuestro alcance en esas eras antediluvianas.
Una de las más populares, Electronic Gaming Monthly
A finales de los 80’s, conseguir una revista de juegos de vídeo en Tiquicia no era tarea sencilla… a veces uno contaba con suerte y La Casa de las Revistas (una compañía que tristemente cerró sus puertas en enero de este año) traía uno que otro número de alguna Electronic Gaming Monthly, GamePro o VideoGames & Computer Entertainment entre sus Variedades, Time y Playboy (la que por cierto, nunca estuvo agotada…); pasearse por las librerías más importantes de San José (o a veces los supermercados) frecuentemente, y visitar el área de revistas cruzando los dedos para ver si de casualidad “pescaba” uno alguna de esas revistas era un ritual casi semanal para muchos de nosotros.
En otras ocasiones, uno se ganaba el aprecio o la atención de quién atendiese el quiosco o la tienda de revistas, y amablemente la persona hacía la solicitud de estas revistas al distribuidor (con el obvio pre-pago de las mismas); en ambos casos, el esfuerzo económico era considerable, cuando terminabas pagando 2000 colones o más (hablamos de hace 20 años o más, después de todo…) con tal de tener esa revista, aunque llegase 2 o más meses atrasada. Eso sí, una vez comprada, la revista se volvía un tesoro, que se pasaba de mano en mano en las arcades de la ciudad, o en el cole, con cientos de lectores ávidos de saber los últimos títulos que venían en camino, o como sacar a algún personaje escondido en su juego de pelea favorito (Ryo Sakazaki en Fatal Fury Special de Super NES es toda…)
La situación cambió bastante con la llegada a Costa Rica de esta amiga:
La primer revista de juegos en español que llegaba periódicamente a Costa Rica.
Aunque en mucho, Club Nintendo no era sino una traducción casi por completo de contenidos de Nintendo Power (cosa que sus editores se esforzaron en cambiar con el tiempo… quién puede olvidar “El control de los profesionales” o la edición de Dragon Ball Z Super Butouden 2 de Super Famicom –que nunca salió en América- y que insinuaba la posible salida de este juego para Latino-américa), fue la primera revista de videojuegos con un precio muy razonable, contenido bastante adecuado (para su precio, claro) para los jugadores latinoamericanos en su idioma, y que se podía conseguir cada mes en el supermercado de preferencia.
¡¡¡¿¿¿Un anuncio de Battletoads, EN ESPAÑOL???!!!
Club Nintendo demostró que había buen mercado en Costa Rica para las revistas de videojuegos, por lo que los distribuidores empezaron a importar más variedad: Game Fan (la primer revista dirigida a los hardcore gamers, a pesar de que tanto en ese tiempo, como ahora, el término no tiene una definición clara), Game Players, Next Generation (aunque una derivación de la británica Edge, para mí la mejor revista de videojuegos por su tratamiento de la industria), y alguna que otra española (a destiempo) comenzaron a aparecer en los anaqueles de las librerías y tiendas de revistas.
¿La revista del conocedor? Tal vez no, pero la que mejor analizaba la industria, sí.
Curiosamente, las revistas de videojuegos en inglés tenían el muy útil (como el mercado de empleo en Costa Rica ha demostrado en estos años) efecto secundario de estimularlo a uno a aprender un segundo idioma, ya que si uno no tenía la dicha de una educación bilingüe (muy poco común en esos años), había que “jugársela” con el diccionario Inglés-Español en mano, mientras uno corría buscando las palabras que no entendía de la pantalla (al inicio, casi todas…)
Nada se desperdiciaba de esas revistas… aun los anuncios, que en otros medios uno evade con desesperación, eran leídos y releídos para que uno casi se los aprendiese de memoria, y a veces, terminaban en el “forro” de algún cuaderno, el prototipo de lo “geek” (mucho antes de que fuera popular.)
Ay, Konami… cómo terminaste….
Las leyendas tejidas sobre juegos anunciados que nunca fueron lanzados, o las bromas sobre personajes o armas escondidos en los juegos más populares que nunca existieron, solo contribuyeron a solidificar el papel tan importante que las revistas tenían para los jugadores de ese tiempo… sin embargo, la tecnología no detiene su avance: en este nuevo siglo, la llegada de la Web 2.0 y el incremento en el ancho de banda nos dieron la inmediatez y riqueza de contenido que disfrutamos en la Internet.
Ante esta arremetida, la mayoría de las revistas escritas terminaron desapareciendo (a algunas las extrañamos más que a otras), las menos trataron de reinventarse, pasar a un formato digital o ya tenían un nicho de mercado demasiado establecido, que aprecia el contenido que no requiere prontitud, pero que abunda en profundidad.
Aun extraño el olor a revista nueva, el abrir con prisa la bolsa de plástico para leer desde el final al inicio primero (al revés, un defecto personal) y luego de inicio al final, una y otra vez, esa revista con la que me enteraba de todo lo que tenía que ver con mi afición, y buscar el poster que regalaban para ver en que pared de mi cuarto lo pegaba… sí, eso quedó en el pasado, pero por algo lo llaman nostalgia, ¿no?
400 páginas? Eso, amigos, era un banquete.