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Esta reseña es libre de spoilers.

La suciedad y el dolor de la guerrilla están presentes en Rogue One: A Star Wars Story, dando un vistazo a los mundos clandestinos de una galaxia muy, muy lejana. Con dosis finamente cinceladas de acción y humor, la película expande el universo de la saga hacia rincones olvidados y peligrosos. Gareth Edwards, su director, recuerda con astucia visual, las verdaderas consecuencias de una guerra y de una rebelión ante un poder imperial.

Rogue One lleva a la gran pantalla los pormenores de un encuentro bélico lleno de incertidumbre y horror. En este sentido, hay un enfoque bien manejado hacia las batallas y enfrentamientos. Estamos ante una película del género de guerra que incluye las convenciones creadas por George Lucas. De nuevo, Edwards logra tomar lo mejor de ambas partes para crear un relato emocionante e imprevisible (labor ardua ya que es evidente que todos conocemos de antemano lo que va a suceder al final).

Aun así, Rogue One funciona como una película independiente, con su propia magia, con sus giros originales. Así, resulta un acierto al ser el primer stand-alone film del universo narrativo. Su distanciamiento con el canon tradicional se palpa desde el inicio: conocemos los conflictos de los personajes principales por separado hasta que estos se encuentran. El guión puede resultar poco profundo; no obstante, logra crear un camino cargado de emoción –física e interna- que, en conjunto, logra transmitir el estado de angustia en el que se encuentra la Rebelión.

Visualmente, la película presenta secuencias bellas en su estética, tanto por la coreografía de sus distintos elementos –desde stormtroopers hasta X-Wings- como por su estilo subterráneo, el cual utiliza la ‘cámara en mano’ como recurso para crear un sentimiento de intimidad con los personajes.

Las actuaciones son sólidas, dándole vida a un equipo de trabajo compuesto por diversos caracteres. Resaltan las interpretaciones de Felicity Jones como Jyn Erso al dotar de su personaje con una actitud taciturna pero proactiva al mismo tiempo; y Alan Tudyk prestándole su voz a K-2SO, quien es un robot sarcástico, con verdaderas intenciones de ayudar a la misión, y sin las necedades obstinadas de un C-3PO.

Rogue One está cargada de una nostalgia llena de guiños y retornos de figuras importantes. No puedo expresar mi asombro al presenciar de nuevo los andares de Grand Moff Tarkin; es impactante volver a sentir su presencia sombría y sus cualidades de burócrata despiadado. Asimismo, la aparición de Darth Vader es uno de los puntos altos de la película, siendo introducido en una escena pulcramente realizada y llena de detalles siniestros.

Al cerrar un año que vio desastres políticos como el Brexit o la elección de Trump como presidente de EUA, Rogue One transmite un mensaje político claro: las rebeliones se construyen sobre la esperanza, una esperanza que obliga a romper las reglas y a luchar contra los abusos de poder. El espectador quedará con la boca abierta, sintiéndose como un niño que ve Star Wars por primera vez, pensando inevitablemente en unirse a la Rebelión.

 

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